Por Ángel Rico*
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Hay una serie de discusiones en gran parte del territorio nacional, es decir, España, sobre la decisión del Parlamento Catalán de prohibir en Cataluña las corridas de toros, que me parecen fuera de lugar. Tales discusiones, en mi opinión, supone buscarle cinco pies al toro catalán. Porque, veamos, ¿Dónde está escrito que un ciudadano de Cataluña pueda suicidarse (es decir, quitarse la vida, palmarla, irse al otro barrio, estirar la pata, morir, fallecer, expirar, sucumbir, criar malvas, etc.) por ejemplo, y no pueda elegir a unos parlamentarios que acuerden quitarle, a ese ciudadano catalán, la libertad de asistir o no a corridas de toros? La libertad es la libertad y cada cual la delega en quien quiere.
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Hay que respetar la máxima del Derecho Romano de que quién puede lo mas, “suicidarse”, puede lo menos, “elegir a quienes le quiten la libertad” (de asistir o no a las corridas de toros). De eso trata la cuestión. De la libertad que tienen unos ciudadanos para elegir y posteriormente, soportar y aguantar las decisiones de aquellos a quien eligió. Como decían nuestros clásicos “sarna con gusto no pica”, o la otra versión, “palos a gusto no duelen”. Si esta pérdida de libertad la quieren denominar como “un acto de soberanía”, pues vale, si así les duele menos.
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Los diputados del Parlamento Catalán, con varios charnegos entre ellos, naturales de Córdoba, Huelva, Teruel, Marruecos ó Uruguay (¡se lo juro!) elegidos en Cataluña, tienen atribuciones para prohibir a los catalanes lo que les parezca bien. Vamos si, hipotéticamente, estos mismos diputados el día de mañana acordasen prohibir, “en un acto de soberanía”, que en verano los catalanes bebiesen agua fresca, pues estarían haciendo uso de las atribuciones delegadas por los ciudadanos catalanes. Cada cual puede utilizar su libre albedrío para delegar en el Parlamento de Cataluña, para que allí tomen las decisiones en relación a sus libertades, ya sea prohibirles aprender en español, ir a las corridas de toros o, en su caso, beber agua fresca en verano. Cada cual es libre de utilizar el suicidio de la forma que tenga por conveniente. Igual que decidir sobre la pérdida de la libertad.
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Los que no tenemos prohibido beber agua fresca, ni estudiar en español, ni asistir a las corridas de toros, no deberíamos perder demasiado tiempo en cuestionar que otros, decidan delegar en un grupo de diputados, charnegos entre ellos, lo que pueden y lo que no pueden hacer.
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Ahora bien, debemos estar preparados para defender con todas las fuerzas posibles que, hipotéticamente, en aquel mismo parlamento acordasen quitarnos, a los demás, a los que no vivimos en Cataluña, ya sea el agua o la mayor parte de los impuestos que pagamos.
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Pero mientras tanto, tienen libertad incluso para decidir parlamentariamente, “en un acto de soberanía”, que deben morirse de sed, para diferenciarse del resto de españoles que, abrimos la botella de agua fresca y bebemos cuando tenemos sed en verano. Quien vive con cilicios, los aprieta cuanto quiere.
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Me imagino que ustedes se están preguntando ¿Que ocurre con aquellos ciudadanos que, por vivir en Cataluña, con este acto de soberanía estarían condenados a pasar sed? (o no poder asistir a corridas de toros, o que sus hijos no puedan estudiar en castellano) La respuesta es sencilla, implicarse personalmente, así como a su familia y su círculo de amigos, para mayoritariamente, en las próximas elecciones, votar a aquellos diputados que nunca actuarán de una forma tan poco civilizada. En el supuesto de que no se consiguiesen los votos suficientes para el cambio, pues implicarse más a fondo aún, para llegar a conseguir, en las siguientes elecciones, que el sentido común predomine en el Parlamento de Cataluña. Hacer lo que sea, menos abstenerse de ir a votar cuando corresponda elegir a sus representantes.
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De todos es conocido aquello de que cuando un pueblo tiene un problema que puede solucionar y no lo soluciona, ese pueblo forma parte del problema. Quien pudiendo evitar una agresión, no la evita, es racional acabar pensando que algo de culpa tienen quienes deciden vivir sin libertad, en vez de revelarse. Cuando los afectados no le paran los pies a los tiranos, permitiéndoles pequeñas tiranías, llega un momento en que es tan grande la tiranía a soportar, que acaba con la libertad y con el aire de los ciudadanos, que sin darte cuenta han pasado de ser, ciudadanos permisivos, a convertirse en siervos medievales sin remedio.
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Porque eso es lo que tiene la mezcla de “más autogobierno” y tanta “querencia medieval”, se empieza desacatando la Constitución al legislar sobre las “veguerías” y se acaba institucionalizado (Ius primae noctis) el derecho de pernada. Eso sí, los acuerdos siempre se tomarían “en un acto de soberanía”.
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…He dicho!
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*Miembro de FAPE
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Hay una serie de discusiones en gran parte del territorio nacional, es decir, España, sobre la decisión del Parlamento Catalán de prohibir en Cataluña las corridas de toros, que me parecen fuera de lugar. Tales discusiones, en mi opinión, supone buscarle cinco pies al toro catalán. Porque, veamos, ¿Dónde está escrito que un ciudadano de Cataluña pueda suicidarse (es decir, quitarse la vida, palmarla, irse al otro barrio, estirar la pata, morir, fallecer, expirar, sucumbir, criar malvas, etc.) por ejemplo, y no pueda elegir a unos parlamentarios que acuerden quitarle, a ese ciudadano catalán, la libertad de asistir o no a corridas de toros? La libertad es la libertad y cada cual la delega en quien quiere.
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Hay que respetar la máxima del Derecho Romano de que quién puede lo mas, “suicidarse”, puede lo menos, “elegir a quienes le quiten la libertad” (de asistir o no a las corridas de toros). De eso trata la cuestión. De la libertad que tienen unos ciudadanos para elegir y posteriormente, soportar y aguantar las decisiones de aquellos a quien eligió. Como decían nuestros clásicos “sarna con gusto no pica”, o la otra versión, “palos a gusto no duelen”. Si esta pérdida de libertad la quieren denominar como “un acto de soberanía”, pues vale, si así les duele menos.
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Los diputados del Parlamento Catalán, con varios charnegos entre ellos, naturales de Córdoba, Huelva, Teruel, Marruecos ó Uruguay (¡se lo juro!) elegidos en Cataluña, tienen atribuciones para prohibir a los catalanes lo que les parezca bien. Vamos si, hipotéticamente, estos mismos diputados el día de mañana acordasen prohibir, “en un acto de soberanía”, que en verano los catalanes bebiesen agua fresca, pues estarían haciendo uso de las atribuciones delegadas por los ciudadanos catalanes. Cada cual puede utilizar su libre albedrío para delegar en el Parlamento de Cataluña, para que allí tomen las decisiones en relación a sus libertades, ya sea prohibirles aprender en español, ir a las corridas de toros o, en su caso, beber agua fresca en verano. Cada cual es libre de utilizar el suicidio de la forma que tenga por conveniente. Igual que decidir sobre la pérdida de la libertad.
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Los que no tenemos prohibido beber agua fresca, ni estudiar en español, ni asistir a las corridas de toros, no deberíamos perder demasiado tiempo en cuestionar que otros, decidan delegar en un grupo de diputados, charnegos entre ellos, lo que pueden y lo que no pueden hacer.
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Ahora bien, debemos estar preparados para defender con todas las fuerzas posibles que, hipotéticamente, en aquel mismo parlamento acordasen quitarnos, a los demás, a los que no vivimos en Cataluña, ya sea el agua o la mayor parte de los impuestos que pagamos.
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Pero mientras tanto, tienen libertad incluso para decidir parlamentariamente, “en un acto de soberanía”, que deben morirse de sed, para diferenciarse del resto de españoles que, abrimos la botella de agua fresca y bebemos cuando tenemos sed en verano. Quien vive con cilicios, los aprieta cuanto quiere.
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Me imagino que ustedes se están preguntando ¿Que ocurre con aquellos ciudadanos que, por vivir en Cataluña, con este acto de soberanía estarían condenados a pasar sed? (o no poder asistir a corridas de toros, o que sus hijos no puedan estudiar en castellano) La respuesta es sencilla, implicarse personalmente, así como a su familia y su círculo de amigos, para mayoritariamente, en las próximas elecciones, votar a aquellos diputados que nunca actuarán de una forma tan poco civilizada. En el supuesto de que no se consiguiesen los votos suficientes para el cambio, pues implicarse más a fondo aún, para llegar a conseguir, en las siguientes elecciones, que el sentido común predomine en el Parlamento de Cataluña. Hacer lo que sea, menos abstenerse de ir a votar cuando corresponda elegir a sus representantes.
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De todos es conocido aquello de que cuando un pueblo tiene un problema que puede solucionar y no lo soluciona, ese pueblo forma parte del problema. Quien pudiendo evitar una agresión, no la evita, es racional acabar pensando que algo de culpa tienen quienes deciden vivir sin libertad, en vez de revelarse. Cuando los afectados no le paran los pies a los tiranos, permitiéndoles pequeñas tiranías, llega un momento en que es tan grande la tiranía a soportar, que acaba con la libertad y con el aire de los ciudadanos, que sin darte cuenta han pasado de ser, ciudadanos permisivos, a convertirse en siervos medievales sin remedio.
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Porque eso es lo que tiene la mezcla de “más autogobierno” y tanta “querencia medieval”, se empieza desacatando la Constitución al legislar sobre las “veguerías” y se acaba institucionalizado (Ius primae noctis) el derecho de pernada. Eso sí, los acuerdos siempre se tomarían “en un acto de soberanía”.
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…He dicho!
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*Miembro de FAPE