*Por Ángel Rico
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Le contaré a usted, respetado lector, que en mi deambular filantrópico y profesional he encontrado pocos países donde la seguridad jurídica sea tan inexistente como en Argentina. He presenciado ejemplos donde se firma un acuerdo “ante notario” sin la presencia del actuario. He conocido como, a efectos de seguir cobrando una pensión, un funcionario de policía certificaba que “una ciudadana argentina residía en Buenos Aires” cuando la referida persona vivía ininterrumpidamente fuera de Argentina, cinco años. He padecido personalmente como un contrato firmado con la administración estatal dejaba de tener valor, antes de acabar de rubricar el documento, lo que nos hace recordar lo que dijo el escritor argentino, Marcos Aguinis: “Los argentinos tenemos poco trato con la coherencia”.
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Viene esto a colación sobre las declaraciones del secretario argentino de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, en relación a la sentencia del Tribunal Supremo español contra el prevaricador juez Baltasar Garzón, y por añadidura contra el sistema judicial español a la que el prócer argentino califica de “faccioso”. Calificación que en mi calidad, primero, de español y, segundo, de Presidente del Instituto Hispano Argentino, tengo que rechazar de forma total, por ser totalmente falsa.
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Que el fan del exjuez Garzón opine, sobre este, que: “--es un hombre ético y jurista probo” y "--No hablo de condena, porque no es Baltasar Garzón el condenado, sino el sistema judicial español, que ha quedado en evidencia frente a la comunidad española e internacional por su carácter faccioso y por su servidumbre a las minorías del privilegio" (sic) es algo a lo que tiene Derecho a opinar el secretario argentino de Derechos Humanos, porque está recogido en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 10 de diciembre de 1948. De igual forma que los acusados en España (y en Argentina) aspiran a que se les apliquen los artículos 5, 6, 7, 8, 9, 10 y 11 de la misma Declaración Universal de los Derechos Humanos, que hablan de que nadie podrá ser despojado de sus derechos; a gozar del amparo de los tribunales y a la presunción de inocencia. Derechos que el condenado exjuez Garzón quitó a unos acusados, y por lo que ha sido condenado, por intervenir las conversaciones entre acusado y abogado, eliminando de facto los derechos de los acusados.
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Hay que conocer como son los argentinos para entender sus declaraciones y la incoherencia, gubernamental, política y social, como también puede apreciarse en la actuación de la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, cuando declaró en una rueda de prensa que: “--la entidad presentó un hábeas corpus ante la Corte Europea de Derechos Humanos para impugnar el proceso contra Garzón”. Obviamente, esta señora no tiene ni idea de cómo funciona la Justicia en un Estado de Derecho, pero puede hacer u opinar lo que tenga por conveniente, porque sus actuaciones de plañidera pro Garzón, no cambia el fondo del asunto, a saber: En España quien incumple la Ley es condenado por ello, sea Garzón o su porquero. Estos dos ejemplos argentinos ya los descubrió el lingüista Frederick Mann Page que escribió: “El gaucho (argentino) suele ser generoso, taimado, liberal, irreligioso, ignorante, inmoral, feroz, hospitalario, valiente, moderadamente honesto, ostentoso, ávido de novedades, jugador por naturaleza, libertino y bravucón” (sic) y yo, además, añado: “indocumentado” lo que nos lleva a aquella máxima: “Una persona sin información es una persona sin opinión”
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Es necesario tener presente la realidad de ese maravilloso país y lo que se piensa de él: “La Argentina es un país vasto al que se llega desde los otros continentes mediante un largo viaje. Habitualmente se coincide en suspirar –“¡Y queda en el culo del mundo!-. Y Chesterton apreció: “Los argentinos son un enigma dentro de un misterio”. Elementos que hay que tener presente para poder comprender ciertas opiniones, y esa filosofía extendida entre los argentinos que puede resumirse en: “Si nos va bien, Dios es argentino. Si nos va mal, la culpa es del otro” en un generalizado deporte de poner en otra parte la causa de los problemas.
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Volviendo a los escritos de Marcos Aguinis sobre los argentinos, en relación a la sentencia contra el juez Garzón: “En Argentina resulta difícil saltar de la protesta a la propuesta. La protesta corresponde a la atmósfera autoritaria; la propuesta, a la atmósfera democrática. La protesta implica subordinación, porque reclama a otro que nos resuelva el problema. La propuesta, en cambio, revela independencia de criterio, porque uno indica cómo entiende y decide resolver dicho problema. La protesta equivale a la inmadurez, la impotencia y la pasividad, exactamente lo contrario de lo que significa la propuesta” (sic) Para los argentinos, protestar es más fácil que proponer, se arriesga menos.
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Por todo ello me permito, con el debido respeto, sugerirle al secretario argentino de Derechos Humanos, por arbitrario, desinformado, discordante, incoherente, inicuo, injusto incompetente, torpe, lerdo, inmerecido, nulo, parcial, en relación a la Ley, la Justicia, los Tribunales y la sentencia a Garzón, que dimita de un cargo tan relumbrante, del que es totalmente indigno. Recordándole el famoso discurso de Alfonsín cuando dijo: “--Con la democracia se come, se cura y se educa”, de permitirse las prácticas de Garzón se pasaría de la democracia a la tiranía.
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…He dicho!
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*Es Presidente del Instituto Hispano Argentino
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Le contaré a usted, respetado lector, que en mi deambular filantrópico y profesional he encontrado pocos países donde la seguridad jurídica sea tan inexistente como en Argentina. He presenciado ejemplos donde se firma un acuerdo “ante notario” sin la presencia del actuario. He conocido como, a efectos de seguir cobrando una pensión, un funcionario de policía certificaba que “una ciudadana argentina residía en Buenos Aires” cuando la referida persona vivía ininterrumpidamente fuera de Argentina, cinco años. He padecido personalmente como un contrato firmado con la administración estatal dejaba de tener valor, antes de acabar de rubricar el documento, lo que nos hace recordar lo que dijo el escritor argentino, Marcos Aguinis: “Los argentinos tenemos poco trato con la coherencia”.
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Viene esto a colación sobre las declaraciones del secretario argentino de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, en relación a la sentencia del Tribunal Supremo español contra el prevaricador juez Baltasar Garzón, y por añadidura contra el sistema judicial español a la que el prócer argentino califica de “faccioso”. Calificación que en mi calidad, primero, de español y, segundo, de Presidente del Instituto Hispano Argentino, tengo que rechazar de forma total, por ser totalmente falsa.
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Que el fan del exjuez Garzón opine, sobre este, que: “--es un hombre ético y jurista probo” y "--No hablo de condena, porque no es Baltasar Garzón el condenado, sino el sistema judicial español, que ha quedado en evidencia frente a la comunidad española e internacional por su carácter faccioso y por su servidumbre a las minorías del privilegio" (sic) es algo a lo que tiene Derecho a opinar el secretario argentino de Derechos Humanos, porque está recogido en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 10 de diciembre de 1948. De igual forma que los acusados en España (y en Argentina) aspiran a que se les apliquen los artículos 5, 6, 7, 8, 9, 10 y 11 de la misma Declaración Universal de los Derechos Humanos, que hablan de que nadie podrá ser despojado de sus derechos; a gozar del amparo de los tribunales y a la presunción de inocencia. Derechos que el condenado exjuez Garzón quitó a unos acusados, y por lo que ha sido condenado, por intervenir las conversaciones entre acusado y abogado, eliminando de facto los derechos de los acusados.
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Hay que conocer como son los argentinos para entender sus declaraciones y la incoherencia, gubernamental, política y social, como también puede apreciarse en la actuación de la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, cuando declaró en una rueda de prensa que: “--la entidad presentó un hábeas corpus ante la Corte Europea de Derechos Humanos para impugnar el proceso contra Garzón”. Obviamente, esta señora no tiene ni idea de cómo funciona la Justicia en un Estado de Derecho, pero puede hacer u opinar lo que tenga por conveniente, porque sus actuaciones de plañidera pro Garzón, no cambia el fondo del asunto, a saber: En España quien incumple la Ley es condenado por ello, sea Garzón o su porquero. Estos dos ejemplos argentinos ya los descubrió el lingüista Frederick Mann Page que escribió: “El gaucho (argentino) suele ser generoso, taimado, liberal, irreligioso, ignorante, inmoral, feroz, hospitalario, valiente, moderadamente honesto, ostentoso, ávido de novedades, jugador por naturaleza, libertino y bravucón” (sic) y yo, además, añado: “indocumentado” lo que nos lleva a aquella máxima: “Una persona sin información es una persona sin opinión”
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Es necesario tener presente la realidad de ese maravilloso país y lo que se piensa de él: “La Argentina es un país vasto al que se llega desde los otros continentes mediante un largo viaje. Habitualmente se coincide en suspirar –“¡Y queda en el culo del mundo!-. Y Chesterton apreció: “Los argentinos son un enigma dentro de un misterio”. Elementos que hay que tener presente para poder comprender ciertas opiniones, y esa filosofía extendida entre los argentinos que puede resumirse en: “Si nos va bien, Dios es argentino. Si nos va mal, la culpa es del otro” en un generalizado deporte de poner en otra parte la causa de los problemas.
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Volviendo a los escritos de Marcos Aguinis sobre los argentinos, en relación a la sentencia contra el juez Garzón: “En Argentina resulta difícil saltar de la protesta a la propuesta. La protesta corresponde a la atmósfera autoritaria; la propuesta, a la atmósfera democrática. La protesta implica subordinación, porque reclama a otro que nos resuelva el problema. La propuesta, en cambio, revela independencia de criterio, porque uno indica cómo entiende y decide resolver dicho problema. La protesta equivale a la inmadurez, la impotencia y la pasividad, exactamente lo contrario de lo que significa la propuesta” (sic) Para los argentinos, protestar es más fácil que proponer, se arriesga menos.
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Por todo ello me permito, con el debido respeto, sugerirle al secretario argentino de Derechos Humanos, por arbitrario, desinformado, discordante, incoherente, inicuo, injusto incompetente, torpe, lerdo, inmerecido, nulo, parcial, en relación a la Ley, la Justicia, los Tribunales y la sentencia a Garzón, que dimita de un cargo tan relumbrante, del que es totalmente indigno. Recordándole el famoso discurso de Alfonsín cuando dijo: “--Con la democracia se come, se cura y se educa”, de permitirse las prácticas de Garzón se pasaría de la democracia a la tiranía.
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…He dicho!
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*Es Presidente del Instituto Hispano Argentino
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