*Por Ángel Rico
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Le
contaré a usted, respetado lector, que uno de estos pasados días, de tarde
calurosa, con un café con hielo y el aire acondicionado, haciendo zapping,
encontré en un canal de televisión la película “El árbol del ahorcado”; western
rodado en 1959, con Gary Cooper y María Schell, como protagonistas. La
película se deja ver, mostrando la vida en un paupérrimo poblado minero de Montana, donde el populacho, en un claro
ejemplo de morralla sin rumbo se dedica, en distintas concesiones mineras, a
buscar un oro que no aparece; y los mineros y sus familias, como si de un
hormiguero humano se tratase, deambulan de aquí para allá a la espera de un
milagro que les hiciese rentable, una labor que no era provechosa. Mientras
tanto, los unos engañaban a los otros; y los otros robaban a los unos. En una
sucesión de secuencias sin rumbo y sin esperanza.
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En
el momento apropiado, aparece “Joe Frail”
(Gary Cooper) en su papel de médico particular que pretende, además de ejercer la medicina,
tratar de llevar la “regeneración social” al territorio. Un doctor con revolver,
que juega al póker, tanto con los unos (los ladrones) como con los otros (los
fulleros); no haciendo ascos a los unos, ni a los otros.
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Llegados
a este punto, y en uno de los cortes para la publicidad comercial, en el
subconsciente, aparecen las comparaciones (que siempre son odiosas) entre lo
que los guionistas, allá por 1959, imaginaron para una película, y la realidad política
presente, que no hace falta imaginar, porque la tenemos delante. Y ahí es donde
las odiosas comparaciones, nos presentan a: --un colectivo, como si de miembros de alguna asociación agraria del pesebre se tratase, pendientes de un milagro prometido por el "rebajado" para rentabilizar una actividad
que, evidentemente, no es rentable sin ayudas externas. Un predicador barbado
(aunque sin coleta), que dice “que lo están pasando mal” a quienes lo están
pasando mal. Y que si le siguen resolverá sus problemas económicos y
sanitarios, “con solo poner sus manos sobre los solicitantes”. Cuando aparece Albert
Rivera, ¡perdón!, Gary Grant, en
su papel del médico Joe Frail, --para
pactar con los unos y los otros--, y regenerar al perdido populacho de Montana. Salvo en la distinta altura,
entre Grant y Rivera, los objetivos son semejantes.
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En
cualquier western que se precie, aparecen: --un territorio, unos personajes malos,
el bueno, el caballo y la chica— y aquí no podía ser menos, por ello contando
con que ya se conocen a los malos, el caballo y el, presuntamente, bueno; faltaba la chica, hasta que llegó Elisabeth, una muchacha (emigrante
suiza) que fue víctima del ataque de unos bandoleros que, obviamente, forman
parte del populacho de mineros descrito y que, momentáneamente, perdió la vista
por lo que necesita los cuidados del médico –Doc Frail--.
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De
la descripción de la chica protagonista, he de confesarle a usted, respetado
lector, que en numerosas secuencias recuerda, por sus ojos, el pelo castaño claro
y su inexpresividad, a “Tania …y Punto”.
Lo que, pone de manifiesto que “la realidad supera a la ficción”. Y que, a los guionistas
de 1959, no se les ocurrió imaginar unos personajes tan sin sal, como Rajoy y Sánchez.
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El
desarrollo de la película evidencia que: --el populacho es fácil de manejar,
cuando (cualquier predicador) les dice lo que muchedumbre quiere escuchar y,
además, les invita a una botella de güisqui, o les promete “una Renta Mínima Vital”
o algo similar—Porque el populacho es incapaz de pensar, --porque para eso está
la Sexta y la Cuatro —
de dónde se sacarán los fondos para poder cumplir las promesas que, el
predicador en Montana, Alexis Tsipras en Grecia, y Pablo Iglesias en Podemos-zuela, les hacen a voz en
grito a aquellos (el populacho) a
quienes se manejan de aquí para allá y desde allá para acullá, según convenga
en cada momento.
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“El árbol del ahorcado” finaliza cuando, el
populacho por las soflamas del predicador y curandero semejante al “Podemista” pero sin coleta, llevan a Albert (perdón) a Joe Frail, el médico, al árbol para ser ahorcado, por el simple
hecho de ser justo y haber acabado con el malo. La ejecución no se llega a
realizar porque, in extremis, “Tania …y Punto” (perdón) Elisabeth,
les arenga. junto la carreta donde el protagonista (Gary Cooper) tiene ya la soga en el cuello: --que para el
predicador y el populacho, será más interesante, tomar posesión de la mina de
oro (o La Moncloa )
en el presente, que terminar la ejecución.
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Albert toma en brazos a “Tania ..y Punto” (perdón) Gary Cooper besa a María Schell, y, mientras el populacho va a conquistar la mina de
oro, la película acaba con la música
que, por cierto, fue nominada, en 1959, al Oscar a la mejor canción.
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En
esos segundos posteriores a la finalización, es cuando el subconsciente, sigue
buscando en la película a personajes como: “Carmena”,
“Carmona”, “Rita Maestre”, “Alicia Sánchez-Camacho”
o “Margallo”— Quedando claro que, Philip
Dick, tenía razón cuando dijo: --La realidad es aquello que, cuando uno
deja de creer en ello, no desaparece--. Por mucho bourbon que hubiesen ingerido
los guionistas, jamás se les habría ocurrido imaginar que, de entre el
populacho, hubiesen aparecido ese tipo de personajes para, mediante, las urnas
llevar a la plebe a su “Árbol del ahorcado”.
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…He dicho!
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*Es Presidente del
Instituto Hispano Luso
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