lunes, 20 de julio de 2015

El árbol del ahorcado y las urnas

*Por Ángel Rico
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Le contaré a usted, respetado lector, que uno de estos pasados días, de tarde calurosa, con un café con hielo y el aire acondicionado, haciendo zapping, encontré en un canal de televisión la película “El árbol del ahorcado”;  western rodado en 1959, con Gary Cooper y María Schell, como protagonistas. La película se deja ver, mostrando la vida en un paupérrimo poblado minero de Montana, donde el populacho, en un claro ejemplo de morralla sin rumbo se dedica, en distintas concesiones mineras, a buscar un oro que no aparece; y los mineros y sus familias, como si de un hormiguero humano se tratase, deambulan de aquí para allá a la espera de un milagro que les hiciese rentable, una labor que no era provechosa. Mientras tanto, los unos engañaban a los otros; y los otros robaban a los unos. En una sucesión de secuencias sin rumbo y sin esperanza.
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En el momento apropiado, aparece “Joe Frail” (Gary Cooper) en su papel de médico particular  que pretende, además de ejercer la medicina, tratar de llevar la “regeneración social” al territorio. Un doctor con revolver, que juega al póker, tanto con los unos (los ladrones) como con los otros (los fulleros); no haciendo ascos a los unos, ni a los otros.
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Llegados a este punto, y en uno de los cortes para la publicidad comercial, en el subconsciente, aparecen las comparaciones (que siempre son odiosas) entre lo que los guionistas, allá por 1959,  imaginaron para una película, y la realidad política presente, que no hace falta imaginar, porque la tenemos delante. Y ahí es donde las odiosas comparaciones, nos presentan a: --un colectivo, como si de miembros de alguna asociación agraria del pesebre se tratase, pendientes de un milagro prometido por el "rebajado" para rentabilizar una actividad que, evidentemente, no es rentable sin ayudas externas. Un predicador barbado (aunque sin coleta), que dice “que lo están pasando mal” a quienes lo están pasando mal. Y que si le siguen resolverá sus problemas económicos y sanitarios, “con solo poner sus manos sobre los solicitantes”. Cuando  aparece Albert Rivera, ¡perdón!, Gary Grant, en su papel del médico Joe Frail, --para pactar con los unos y los otros--, y regenerar al perdido populacho de Montana. Salvo en la distinta altura, entre Grant y Rivera, los objetivos son semejantes.
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En cualquier western que se precie, aparecen: --un territorio, unos personajes malos, el bueno, el caballo y la chica— y aquí no podía ser menos, por ello contando con que ya se conocen a los malos, el caballo y el, presuntamente, bueno;  faltaba la chica, hasta que llegó Elisabeth, una muchacha (emigrante suiza) que fue víctima del ataque de unos bandoleros que, obviamente, forman parte del populacho de mineros descrito y que, momentáneamente, perdió la vista por lo que necesita los cuidados del médico –Doc Frail--.
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De la descripción de la chica protagonista, he de confesarle a usted, respetado lector, que en numerosas secuencias  recuerda, por sus ojos, el pelo castaño claro y su inexpresividad, a “Tania …y Punto”. Lo que, pone de manifiesto que “la realidad supera a la ficción”. Y que, a los guionistas de 1959, no se les ocurrió imaginar unos personajes tan sin sal, como Rajoy y Sánchez.
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El desarrollo de la película evidencia que: --el populacho es fácil de manejar, cuando (cualquier predicador) les dice lo que muchedumbre quiere escuchar y, además, les invita a una botella de güisqui, o les promete “una Renta Mínima Vital” o algo similar—Porque el populacho es incapaz de pensar, --porque para eso está la Sexta y la Cuatro— de dónde se sacarán los fondos para poder cumplir las promesas que, el predicador en Montana, Alexis Tsipras en Grecia, y Pablo Iglesias en Podemos-zuela, les hacen a voz en grito a aquellos  (el populacho) a quienes se manejan de aquí para allá y desde allá para acullá, según convenga en cada momento.
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“El árbol del ahorcado” finaliza cuando, el populacho por las soflamas del predicador y curandero semejante al “Podemista” pero sin coleta, llevan a Albert (perdón) a Joe Frail, el médico, al árbol para ser ahorcado, por el simple hecho de ser justo y haber acabado con el malo. La ejecución no se llega a realizar porque, in extremis, “Tania …y Punto” (perdón)  Elisabeth, les arenga. junto la carreta donde el protagonista (Gary Cooper) tiene ya la soga en el cuello: --que para el predicador y el populacho, será más interesante, tomar posesión de la mina de oro (o La Moncloa) en el presente, que terminar la ejecución.
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Albert toma en brazos a “Tania ..y Punto” (perdón) Gary Cooper besa a María Schell, y, mientras el populacho va a conquistar la mina de oro,  la película acaba con la música que, por cierto, fue nominada, en 1959, al Oscar a la mejor canción.
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En esos segundos posteriores a la finalización, es cuando el subconsciente, sigue buscando en la película a personajes como: “Carmena”, “Carmona”, “Rita Maestre”,  “Alicia Sánchez-Camacho” o “Margallo”— Quedando claro que, Philip Dick, tenía razón cuando dijo: --La realidad es aquello que, cuando uno deja de creer en ello, no desaparece--. Por mucho bourbon que hubiesen ingerido los guionistas, jamás se les habría ocurrido imaginar que, de entre el populacho, hubiesen aparecido ese tipo de personajes para, mediante, las urnas llevar a la plebe a su “Árbol del ahorcado”.
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…He dicho!
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*Es Presidente del Instituto Hispano Luso

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