*Por Ángel Rico
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No
creo ser sospechoso de ser seguidor de Trump,
ya que un servidor escribió que: –en caso de poderlo hacer, en las pasadas
elecciones presidenciales de Estados
Unidos, hubiese votado por Donald,
pero no Trump, si no por el otro,
por el Pato--. Hasta ahí llegaba mi
convencimiento de que, ambos candidatos serían malos para propios y ajenos.
Dicho lo cual, y una vez que los votantes, de ese país que tuvo constitución
antes de ser Estado, votaron, no
seré yo quien ponga en cuestión lo que los estadounidenses decidieron.
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Dicho
lo anterior, y viviendo en un país, España,
donde –en realidad—no hay separación de poderes, dado el solapamiento entre el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial;
donde una parte del Estado no cumple
(y se vanagloria de ello) la Constitución,
ni las sentencias de los tribunales; y donde los españoles no pueden estudiar
en español en todo el territorio de la Nación,
no tengo autoridad moral suficiente para “juzgar lo que hace el Presidente del Ejecutivo de Estados Unidos”.
Atreviéndome solo, a pensar en voz alta sobre algunos asuntos que están de
actualidad. Y uno de esos asuntos es el “muro
fronterizo entre Estados Unidos y México” cuya construcción inició el
demócrata, Bill Clinton, en 1994,
dentro del programa de lucha contra la
inmigración ilegal conocido como “Operación
Guardián”. Y que ahora, 23 años después, amenaza con concluir el elegido Presidente Trump. Porque, en Estados Unidos, el mayor enemigo de
un mexicano con estancia legal, es un mexicano ilegal.
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Si
recurrimos al DRAE, comprobamos que
a la acepción muro, se le atribuye: --Obra defensiva que rodea una plaza fuerte
o protege un territorio--. Y cuando asumimos realmente lo que es un “muro”
podremos concluir que “elementos para proteger un territorio” pueden observarse
en diferentes lugares, por ejemplo en España:
--el “cupo vasco y navarro”—protegen esos territorios del exterior; o –la
imposibilidad de estudiar en español en Cataluña—diferencian
ese territorio de la contaminación exterior;
--las vallas de Ceuta y Melilla--, defienden la posibilidad de
acceder a los servicios sociales, de los nacionales, frente a la amenaza de millones
de extranjeros.
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Si
pensamos en el malestar de los ciudadanos mexicanos, tendemos a comprender su
sensación de encajonamiento, al ver que si se culmina el muro del norte, en México se vivirá en una caja al
existir, desde el año 2014, un muro en la frontera sur, frente a Guatemala, levantado por el Presidente
mexicano, Enrique Peña Nieto, para
frenar la inmigración ilegal y los delitos derivados de dicha inmigración
descontrolada.
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Por
tanto resulta tan paradójico que el objetivo del Presidente Trump, de frenar la delincuencia de
inmigrantes indocumentados, haya levantando tanta oposición en la progresía
internacional. Los 3.180 kilómetros de frontera conjunta, necesitan de un
compromiso de cada parte de controlar quienes pasan de una parte a la otra. Y
ahí está, desde hace tiempo, el muro que separa, por ejemplo, las ciudades de Tijuana (México) y San Diego (EE.UU)
donde solo las separa el muro mismo. También es incoherente que la misma
progresía que critica el fondo de la propuesta de Trump, se mantengan silentes ante el muro evidente, que existe en Cuba, pero no para impedir que entren
ilegales, sino para impedir que los cubanos utilicen la libertad para salir de Cuba si así lo deseasen.
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El
paso legal de un país a otro, no será coartado. Por tanto los ciudadanos
mexicanos o estadounidenses que pretendan visitar, por motivos diversos, el
país vecino podrán hacerlo, de forma legal con el pasaporte como salvoconducto.
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Si
usted me preguntase –¿si creo que el muro, entre Estados Unidos y México, se
construirá?— le responderé “que no”. Lo que sí creo es que, el Gobierno de México se comprometerá a ser más
diligente para controlar quienes pasan al otro lado. Vamos, algo similar al
acuerdo entre Marruecos y España. Porque, en la actualidad, es un
hecho indiscutible que la diligencia de las autoridades mexicanas para
controlar la emigración ilegal, no solo es que sea insignificante, sino que en
la propia autoridad, está arraigada la mafia que fomenta la entrada de
ilegales. Y el término frontera es definido en el Derecho Internacional como “la línea que marca el límite exterior
del territorio de un Estado”; es
decir, la línea que determina el ámbito espacial donde un Estado ejerce su soberanía con exclusión de otros.
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Que
Trump “es un narcisista patológico”
pocos lo ponemos en duda; pero tampoco puede ser criticada su actitud de –defender
los intereses de Estados Unidos— porque
un advenedizo, tiene pocos principios en los que apoyar su política, salvo el
de prometer “seguridad, seguridad y seguridad”. Actitud que, la política internacional,
debe combatir con él, pertinente, “Quid pro quo”, tanto en materia
comercial, como de defensa militar, o en el movimiento de nacionales. Ahí en la
fuerza de la Unión Europea, se podrá
negociar, de igual a igual, no solo con Estados
Unidos, sino con Rusia, China o frente a la amenaza islamista.
Algo que, hasta el momento, no se está haciendo, al utilizar como estrategia, mendigar, un trato
favorable, en el comercio, o en la OTAN,
donde desde la Primera y Segunda guerras mundiales, han tenido
que ser los Estados Unidos, quienes
pusieron sus muertos para que los países de Europa pudiesen seguir siendo libres.
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Llegados
a este punto de la Historia, los
ciudadanos debemos exigir a nuestros gobernantes que actúen, con liderazgo, con
principios y con valentía. Para que nadie usurpe la representatividad de los
ciudadanos del mundo que pretendemos seguir siendo libres. Porque como dijo, Benjamin Franklin: --Aquellos que
cederían la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal, no
merecen ni libertad ni seguridad—
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…He dicho!
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*Es Presidente
del Instituto Hispano Luso
Tiene razón en mucho de lo que dice.Lo mejor que cada uno seamos responsables en lo que podamos; de no ser de ese modo este mundo se vabal «garete».
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