*Por Ángel Rico
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Le
contaré a usted, respetado lector, que en los dos últimos días han sido muchas
las llamadas telefónicas de mi excolegas, vitivinicultores, de Tomelloso, Socuéllamos, Valdepeñas y La
solana, que han mostrado su preocupación por la resolución del Ministerio de Agricultura que fija
en 4.950 hectáreas la superficie que se podrá autorizar para nuevas
plantaciones de viñedo en 2018. En todos los casos era coincidente la llamada
de atención: --¿no son conscientes que los excedentes (de vino) producidos por
953.607 hectáreas de viñedo en España (de las que 474.907 están en Castilla-la
Mancha, y la mitad de esa extensión, solo, en Ciudad Real) no se
solucionan aumentando la superficie en 4.950 hectáreas). Esta solución solo se
le habría ocurrido a quien asó la manteca. Esperemos a ver quién da la cara
cuando reviente (que va a reventar) la burbuja vitícola.
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Y los preocupados profesionales tienen razón, hay que ser muy miope para
no reconocer que la bajada de precio de un producto (sea cual fuere) no se
soluciona aumentando la cantidad ofertada. Basta leer “Los enemigos del comercio”
de Antonio Escohotado, para entender que, en este caso, “el mayor
enemigo de un uvero (productor de uva) es otro uvero”. Y a la bajada en el
consumo de vino percápita en España, hay que remitirse. Donde en el país
mayor productor de vino de Europa, el consumo apenas llega a los 21
litro por persona (donde hay que incluir el vino que consumen los 80 millones
de turistas que visitan España) frente a los 42,5 litros de Francia, 41,74 litros de Portugal y 33
de Italia. Y en las poblaciones manchegas mencionadas, grandes
productoras vinícolas, el consumo de cerveza es mayor que el de vino; hecho que
ocurre en otro gran número de municipios vitivinícolas. ¡Esa es la realidad!
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Un servidor, que tuvo el privilegio de diplomarse,
entre otras cosas, en “Enología” en el Centro de Capacitación y Experiencias
Agrícolas de Tomelloso, (cuando enseñaban a mirar al futuro, en lugar de al
pasado) y de ejercer diez años como miembro del “Comité Consultivo
Vitivinícola en Bruselas, representando a España”, hoy no podría defender
en la UE los argumentos de entonces. Porque la sociedad actual quiere
que sea el mercado quien diseñe qué hay que producir y qué no. Y por ello,
ningún gobierno debería favorecer o impedir que la libre empresa se especialice
en aportar al consumidor lo que el consumidor solicita; o, contrario sensu,
empecinarse en ofrecer algo que el consumidor no solicita. Anestesiar a un
sector con ayudas, para que ese sector no sea capaz de admitir la realidad es
un imperdonable error político. Sobre todo cuando políticamente se frena, por
ejemplo, que los productores de Cava de Almendralejo (Badajoz) o Requena
(Valencia) puedan aumentar su producción, que está siendo requerida por el
mercado, para no perjudicar a Cataluña.
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Justificar desde el Ministerio, que se ha aceptado
las peticiones de las organizaciones del sector, es una burda excusa. Porque,
en realidad, las “subvencionadísimas organizaciones del sistema forman parte
del problema”. Los burócratas de estas entidades, financiadas por fondos
públicos, y donde sus representantes, tienen salarios anuales superiores a los
del Presidente del Gobierno, gastos que no son nada baratos, necesitan que la
problemática agraria permanezca y se enquiste, para justificar su necesidad de
existir.
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La Ministra, García Tejerina, tendrá el sonrrojante
privilegio de haber conseguido, con su política gatopardiana, al final de su
mandato, que la aportación agraria al PIB nacional, sea inferior que
cuando accedió al cargo. Ha conseguido, con su nefasta gestión, que el “medio
ambiente” se convierta en “ambiente medio”, --igual a la mitad de algo--. Una
miembro de su equipo, hablando de la sanción que la UE, con toda
seguridad, impondrá a España por no cumplir los objetivos de reducción
de CO2 en el 2020, suspirando dijo: --“a Tejerina lo que le gustaría ser
es la Dama de Elche”. Para estar ahí expuesta con una
túnica y mantilla sostenida por una peineta, sin tener que decir nada. Sólo
dejándose admirar por todos, sin tener que defender una teoría ni su contraria—
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Pretender
ocultar, con sofismas, la problemática del sector vitivinícola es un
imperdonable error. No admitir que “el vino no es un producto de primera
necesidad” como pudieran serlo, por ejemplo, los lácteos, las frutas o los
hidratos de carbono, está suponiendo gangrenar la realidad. Las dos falacias
más utilizadas son “hay que aumentar la calidad” ¿el que no consuman vino los jóvenes
es porque no se les está dando la calidad que exige la juventud? y, “consumir
vino con moderación es bueno” --¿Quién ha dicho que consumir alcohol sea bueno?
¿Se imaginan a alguien diciendo que “maltratar con moderación” no está mal?
¿Quién maneja el “moderómetro” vinícola?. Urge afrontar con valentía la realidad del sector, llamando
al pan pan y al vino vino. Los clásicos nos enseñaron que: --Si te enfrentas
a un problema podrás sobrepasarlo, pero si te escondes lo único que conseguirás
es agravarlo— ¡Y se está
agravando!
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Si usted discrepa de esta opinión, tenga presente
que: --un servidor, consume la misma cantidad de vino que un francés, por lo
que no debo ser sospechoso, y que, en
cualquier caso, yo solo soy el mensajero: --échale uvas al pavo, que yo
le echaré a la pava, azúcar, canela
y clavo—
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…He dicho!
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*Es Presidente de la Asociación de Desarrollo Rural Integral Europa
(ADRIE) / y responsable de Relaciones Institucionales de la Asociación de Periodistas
Agraoalimentarios Españoles (APAE)
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