*Por Ángel Rico
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Le contaré a usted, respetado lector, que cuando yo era chico, allá en mi pueblo, se comentaba por parte de la fuerzas vivas, a saber: el cura, el boticario, el sargento de la Guardia Civil, el médico y un representante de comercio (de, ahora no recuerdo, qué producto) que el primogénito de una familia de alcurnia permanecía en la capital preparándose para “opositar a notarias”. Era verdad, que el muchacho, llevaba mucho tiempo presentándose a tal ansiada aspiración del mencionado cargo de la Administración española, sin conseguir la nota precisa para tal objetivo.
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Cuando no era por no dominar, el examinando, oralmente el temario de “Derecho Civil”, lo era por hacer agua en “Derecho Hipotecario, o Fiscal” y jamás obtuvo una calificación aceptable en “Derecho de Sucesiones” y no digamos en el ejercicio escrito consistente en “redactar una escritura, explicando los problemas sustantivos de la misma”. Pero el heredero se presentaba una y otra y otra vez al examen. De tanto presentarse era tan conocido por el personal subalterno del lugar donde se realizaban lo exámenes, que estos gastaban bromas, chanzas y mojigangas con el eterno aspirante a notario. Todos, menos los catedráticos examinadores que enviaban, al aspirante, una y otra vez al pupitre de los libros de Derecho, porque necesitaba mejorar.
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Las comidillas en el pueblo coincidían en que si el eterno opositor no se daba cuenta, por si mismo, de que no podía ser siempre un opositor, alguien en la familia, por ejemplo el padre, le debería sugerir que optase por continuar su carrera profesional como aprendiz o pasante en algún bufete de abogados. Pero erre que erre, hasta que un día, por fin, se oyeron cohetes y el tañer de las campanas de la iglesia parroquial, ante la intriga general de tal algarabía se informó que, por fin, el opositor había obtenido en el último examen un cinco (5). La primera vez en la Historia que se superaba el 4,7. Un cinco, un cinco, un cinco. El cuento habría acabado bien si los requisitos para ser notario, además de ser español, mayor de edad, no encontrarse incapacitado para el ejercicio del cargo de notario, ser licenciado en Derecho, exigiese una nota en el examen oposición de 5,5. Por lo que nuestro protagonista no pudo obtener para sí la plaza en propiedad de Notario. “No pudo obtener para sí la plaza de Notario”. “No pudo obtener la plaza de Notario”.
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Cuando en el pueblo se supo la noticia que afectaba al “Notario interruptus” se contagió una cierta melancolía, no por renegar de la conveniencia de que exista en la administración del Estado tal puesto de funcionario público autorizado para dar fe de los contratos, testamentos y otros actos extrajudiciales, conforme a las leyes, sino por tener paisanos que tras cuatro intentos para ser notario, la nota más alta alcanzada era un diez por ciento menor de la mínima necesaria. De una manera absolutamente irreprochable el opositor de máxima nota, cinco, tendrá que estudiar más. Tendrá que estudiar más. Tendrá que estudiar más.
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Y usted se preguntará ¿A santo de qué viene que les relate, un servidor, este cuento? Y, en todo caso, la historia contada ocurrió allá por los años setenta. Y tengo que responder: --Sí, es verdad que lo contado ocurrió cuarenta años atrás, pero tras ver los resultados obtenidos en las elecciones andaluzas, tal historia me vino a la memoria. “Tal historia me vino a la memoria”, “La historia aquella me vino a la memoria”. Y me pregunto ¿Por qué?
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Eso es lo que tienen las moralejas que son capaces de enseñarnos cosas, sin tener que experimentarlas en nuestra propia persona. Sobre todo, cuando las enseñanzas tienen que ver con “aspiraciones interruptus” ó con la política de cada día. No es suficiente que “el padre” se sienta orgulloso y piense que su hijo algún día aprobará la oposición a notarias. ¡Con conjeturas no se gobierna un país!
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Y en ese país nos encontramos, donde los resultados obtenidos en “Asturias”, en “Andalucía” y en “Cataluña” deben hacer reflexionar a los que habitan el “Ala Oeste de La Moncloa”. ¿Es que también hubo elecciones en Cataluña? Respuesta: --No, en Cataluña no hubo elecciones, lo que hubo fue un acuerdo de secesión. Y además de ese acuerdo, frontalmente opuesto a la Constitución, se pronunciaron palabras inaceptables por Oriol Puyol, el hijo del molt honorable Jordi Puyol (tranquilo Jordi, tranquilo) comparando a España con “aguas podridas de las que hay que alejarse, huir de estas aguas podridas que nos ahogan” (sic) en alusión al Estado español.
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No entraré a juzgar al hijísimo Puyol, solo pienso en voz alta: --Que el Partido Popular no puede por más tiempo, seguir apoyando el desleal gobierno de Cataluña, que reclamaba «estructuras y poder de Estado». De no eliminar tal apoyo, al gobierno secesionista catalán, el partido del Gobierno será cómplice del intento de ruptura del Estado.
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Y en relación al estalinista partido de la señorita Pepis es un hecho, que hasta los ciegos ven, que seremos todos tan mayores cuando, en algún lugar de España, puedan llegar a tener influencia de gobierno, por lo que lo procedente es introducir en la dialéctica diaria del partidito, la humildad que requiere un hecho de tan evidente insignificancia electoral.
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…He dicho!
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*Es Presidente del Instituto Hispano Luso
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Le contaré a usted, respetado lector, que cuando yo era chico, allá en mi pueblo, se comentaba por parte de la fuerzas vivas, a saber: el cura, el boticario, el sargento de la Guardia Civil, el médico y un representante de comercio (de, ahora no recuerdo, qué producto) que el primogénito de una familia de alcurnia permanecía en la capital preparándose para “opositar a notarias”. Era verdad, que el muchacho, llevaba mucho tiempo presentándose a tal ansiada aspiración del mencionado cargo de la Administración española, sin conseguir la nota precisa para tal objetivo.
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Cuando no era por no dominar, el examinando, oralmente el temario de “Derecho Civil”, lo era por hacer agua en “Derecho Hipotecario, o Fiscal” y jamás obtuvo una calificación aceptable en “Derecho de Sucesiones” y no digamos en el ejercicio escrito consistente en “redactar una escritura, explicando los problemas sustantivos de la misma”. Pero el heredero se presentaba una y otra y otra vez al examen. De tanto presentarse era tan conocido por el personal subalterno del lugar donde se realizaban lo exámenes, que estos gastaban bromas, chanzas y mojigangas con el eterno aspirante a notario. Todos, menos los catedráticos examinadores que enviaban, al aspirante, una y otra vez al pupitre de los libros de Derecho, porque necesitaba mejorar.
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Las comidillas en el pueblo coincidían en que si el eterno opositor no se daba cuenta, por si mismo, de que no podía ser siempre un opositor, alguien en la familia, por ejemplo el padre, le debería sugerir que optase por continuar su carrera profesional como aprendiz o pasante en algún bufete de abogados. Pero erre que erre, hasta que un día, por fin, se oyeron cohetes y el tañer de las campanas de la iglesia parroquial, ante la intriga general de tal algarabía se informó que, por fin, el opositor había obtenido en el último examen un cinco (5). La primera vez en la Historia que se superaba el 4,7. Un cinco, un cinco, un cinco. El cuento habría acabado bien si los requisitos para ser notario, además de ser español, mayor de edad, no encontrarse incapacitado para el ejercicio del cargo de notario, ser licenciado en Derecho, exigiese una nota en el examen oposición de 5,5. Por lo que nuestro protagonista no pudo obtener para sí la plaza en propiedad de Notario. “No pudo obtener para sí la plaza de Notario”. “No pudo obtener la plaza de Notario”.
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Cuando en el pueblo se supo la noticia que afectaba al “Notario interruptus” se contagió una cierta melancolía, no por renegar de la conveniencia de que exista en la administración del Estado tal puesto de funcionario público autorizado para dar fe de los contratos, testamentos y otros actos extrajudiciales, conforme a las leyes, sino por tener paisanos que tras cuatro intentos para ser notario, la nota más alta alcanzada era un diez por ciento menor de la mínima necesaria. De una manera absolutamente irreprochable el opositor de máxima nota, cinco, tendrá que estudiar más. Tendrá que estudiar más. Tendrá que estudiar más.
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Y usted se preguntará ¿A santo de qué viene que les relate, un servidor, este cuento? Y, en todo caso, la historia contada ocurrió allá por los años setenta. Y tengo que responder: --Sí, es verdad que lo contado ocurrió cuarenta años atrás, pero tras ver los resultados obtenidos en las elecciones andaluzas, tal historia me vino a la memoria. “Tal historia me vino a la memoria”, “La historia aquella me vino a la memoria”. Y me pregunto ¿Por qué?
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Eso es lo que tienen las moralejas que son capaces de enseñarnos cosas, sin tener que experimentarlas en nuestra propia persona. Sobre todo, cuando las enseñanzas tienen que ver con “aspiraciones interruptus” ó con la política de cada día. No es suficiente que “el padre” se sienta orgulloso y piense que su hijo algún día aprobará la oposición a notarias. ¡Con conjeturas no se gobierna un país!
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Y en ese país nos encontramos, donde los resultados obtenidos en “Asturias”, en “Andalucía” y en “Cataluña” deben hacer reflexionar a los que habitan el “Ala Oeste de La Moncloa”. ¿Es que también hubo elecciones en Cataluña? Respuesta: --No, en Cataluña no hubo elecciones, lo que hubo fue un acuerdo de secesión. Y además de ese acuerdo, frontalmente opuesto a la Constitución, se pronunciaron palabras inaceptables por Oriol Puyol, el hijo del molt honorable Jordi Puyol (tranquilo Jordi, tranquilo) comparando a España con “aguas podridas de las que hay que alejarse, huir de estas aguas podridas que nos ahogan” (sic) en alusión al Estado español.
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No entraré a juzgar al hijísimo Puyol, solo pienso en voz alta: --Que el Partido Popular no puede por más tiempo, seguir apoyando el desleal gobierno de Cataluña, que reclamaba «estructuras y poder de Estado». De no eliminar tal apoyo, al gobierno secesionista catalán, el partido del Gobierno será cómplice del intento de ruptura del Estado.
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Y en relación al estalinista partido de la señorita Pepis es un hecho, que hasta los ciegos ven, que seremos todos tan mayores cuando, en algún lugar de España, puedan llegar a tener influencia de gobierno, por lo que lo procedente es introducir en la dialéctica diaria del partidito, la humildad que requiere un hecho de tan evidente insignificancia electoral.
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…He dicho!
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*Es Presidente del Instituto Hispano Luso
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