*Por Ángel Rico
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Le
contaré a usted, respetado lector, que conforme se van desarrollando los
acontecimientos estoy más desconcertado con la corresponsabilidad del, actual,
Gobierno en aquello que él, entonces, ministro Moratinos calificó como “los problemas del clima climático”. Si se hace un análisis crítico de lo referido
a esta cuestión, podrá observarse como desde el “Tejerin-ismo” se navega
al pairo del “gatopardismo
medioambiental”, a saber: --El personaje de Tancredi, razona con su tío
Frabrizio la frase “si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo
cambie” (Se vogliamo che tutto rimanga
come è, bisogna che tutto cambi) en la novela de Lampedusa, “El gatopardo”. Porque tras la pomposidad y el boato de las
grandes declaraciones, en realidad, no hay nada previsto para cumplir los
compromisos asumidos.
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En Marrakech, el
Gobierno de España
se ha comprometido: --como indica el Acuerdo
de París, a una reducción de gases de efecto invernadero del 40 por ciento,
respecto a los niveles de 1990--, y a uno le viene a la mente aquello de –los
hermanos Marx “… y también dos huevos duros”—Y no es que me parezca mal (ni
bien) solo que me desconcierta desconocer cómo pretende (este) Gobierno llevar ha cabo sus compromisos vinculantes, en materia de descarbonizar la economía.
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Uno
de los recursos del “gatopardismo político” consiste en –delegar en aquellos
burócratas que (teóricamente) saben de esto (o de lo otro)— Y, como indica el
manual del buen burócrata, lo primero que hacen es “elaborar una hoja de ruta”.
En el caso que nos ocupa, los burócratas seleccionados estuvieron los cuatro
(4) años de la X Legislatura, más el año subsiguiente de la XI Legislatura (5
años en total) elaborando una “hoja de ruta” de la que finalmente han
coincidido que –necesita rehacerse en otra hoja de ruta--, donde se detallen
las “metodologías a emplearse”. Sería divertido, si no fuese trágico, el fondo
del asunto.
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Por
ejemplo, en materia de combustibles renovables y alternativos al, contaminante,
“gasóleo” en el sector del Transporte de mercancías por carretera (sector que
produce el 36 por ciento de todo el CO2 de la economía nacional); los
constructores de hojas de ruta, cuando no se ha generalizado el “biodiésel de
primera generación”, recomiendan que lo que la Humanidad necesita es “el biocombustible de segunda generación”;
dejando claro que, en ese supuesto, antes de potenciar ese hipotético
combustible, se estaría sugiriendo el de “tercera generación”. Es decir,
“aparentar que todo cambia para que todo siga igual”.
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Resulta
insultante, ahora que tanto se “demagogiza”
(perdón por el palabro) con “la pobreza
energética” por parte de los unos y de los otros, que nadie de esos demagogos,
denuncien, por ejemplo, el hecho de que: --los contribuyentes aportamos 1000
millones de euros (a fondo perdido) como ayudas oficiales para la construcción
de las 40 fábricas de biodiesel que hubo en España; y que la inmensa mayoría
nunca (y al decir “nunca” quiero decir “nunca”) llegaron a funcionar—Y, cuando
algún proyecto propone poner en funcionamiento alguna de las fábricas que aún
están en pié, desde las administraciones implicadas, (central y/o autonómica)
en un excesivo y corrosivo escrupulizamiento, dificultan la creación de empleo
y que se haga lo que, técnicamente, es posible que sea hecho.
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Llegará
el momento en que será evidente que: --en España
sea imposible cumplir los compromisos vinculantes, en materia de
descarbonización de la economía y, en ese momento, el gobierno buscará “un
chivo expiatorio” (que como defiende el profesor Rodríguez Braun, “el mejor amigo del político no es el perro, sino
el chivo expiatorio”) y, entonces, se acabará imponiendo a los ciudadanía un
(otro) impuesto verde, para –por nuestro bien—ayudar a defendernos de nosotros
mismos; de un peligro del que, según el “Tejerin-ismo” somos desconocedores,
y que estará ligado a lo que España
no conseguirá cumplir, porque no se permite que sea cumplido, dentro de una “economía
colaborativa” y, habrá que hacer frente a las sanciones ligadas al no
cumplimiento de los, ambiciosos, objetivos acordados por un Gobierno que –no sabe
como cumplir los acuerdos asumidos por el mismo Gobierno--. Pero que sigue con
sus engolados discursos donde, en el fondo, no hay nada de nada.
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Usted,
respetado lector, conoce mi opinión sobre el desempleo en España, donde “los sindicatos y la patronal forman parte del
problema”, al tener delegadas, en exclusiva, unas atribuciones que utilizan para
mantener su estatus, en lugar de para solucionar los problemas. Algo similar,
ocurre con la representación del sector agropecuario; --necesitan (los unos y
los otros) tanto a sus representados, que les mantienen en las pésimas situaciones,
para que se sepa que ellos, los representantes, son necesarios para denunciar
las necesidades de sus representados--; pues en materia de “medio ambiente”
igual. A la hora de la verdad, los
encargados oficialistas de “la hoja de
ruta” (gobierne quien gobierne) son “sota, caballo y gallo”, “caballo, sota y
gallo” o “gallo, sota y caballo”. Más preocupados de recordarnos –que les
necesitamos--, que en aclarar –para qué les necesitamos--.
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España no puede
permitirse: --ni mantener una tasa tan alta de desempleo; ni tantas (7,8
millones) hectáreas sin cultivar, cuando agronómicamente es posible; ni una oficial falacia tan descarada y cara
como lo referido al “clima climático”--. Surgiendo la pregunta: --¿Quién gana
con la, gatopardiana, política energética y medioambiental?— Porque no son los
contribuyentes, ni el empleo, ni el medio ambiente; siendo de aplicación la
sabiduría popular con: --Ni hagas cohecho, ni pierdas derecho—
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…He dicho!
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*Es Presidente
del GEA&GEA
Grupo de
Empresas Agrarias & Gestión de Energía Agraria
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