domingo, 21 de noviembre de 2010

La “blasfemia” como excusa política

*Por Ángel Rico
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La Asamblea de la Organización de Naciones Unidas ha registrado la petición de 57 países musulmanes de aceptar la pena por blasfemia. La Organización de la Conferencia Islámica, que incluye a miembros como Arabia Saudí, Irán, Sudán, Yemen, Turquía o Paquistán, pretenden que la ONU valide las penas por blasfemia al Islam, en el Derecho islámico.
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Esta es una cuestión que no debería pasar desapercibida por parte de los ciudadanos no adscritos a esta tendencia religioso política, debemos ser conscientes que el Islamismo y sus metas son tan claras como siniestras. “Hoy hacemos frente a una ideología radical de objetivos inalterables que pasan por intimidar y esclavizar al mundo de naciones libres. Ninguna concesión que hagamos, ni acto de contención, independientemente de su naturaleza, cambiará o limitará los planes de quienes están entregados al asesinato indiscriminado”, ha señalado el periodista Alfonso Merlos, en su libro "El Islamismo como amenaza ideológica a las sociedades abiertas europeas"
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A la hora de la verdad no hay Alianza de Civilizaciones que valga, porque los objetivos del islamismo están claros, acabar predominando con “su verdad” sobre los demás (sobre todos los demás). No hay que olvidar que los musulmanes no son como nosotros, ni nosotros como los musulmanes. Algo que hay que tener claro en esta posmoderna Europa y, en el número 1600 de la Avenida de Pensilvania, en Washington.
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La violencia, como instrumento para resolver problemas, es algo consustancial con el islamismo, conviene subrayarlo porque tendemos a ignorar la violencia de árabes contra árabes. No importa cuál sea la raya que tracemos: suníes contra chiíes; dictadores seculares contra islamistas; árabes contra palestinos –y viceversa –; palestinos de una facción contra palestinos de otra; en fin, vecinos contra vecinos. Dentro de la repetida costumbre del mundo árabe de culpar siempre a los demás de sus propios fracasos.
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Llegar a la solución de sus problemas sería fácil, con el sencillo cambio de enseñar a los niños –y niñas– materias más adaptadas al entorno de la globalización y no exigir, como se sigue haciendo, una obediencia ciega a una enseñanza que no permite el menor atisbo de pensamiento crítico, los países árabes podrían contar con recursos humanos preparados para dar ese salto desde la Edad Media en la que se encuentran sumidos, paradójicamente, a comienzos del siglo XXI. Ni en Europa, ni en la Avenida de Pensilvania, debemos obviar que el Islam establece que la verdad y el conocimiento son siempre revelados, no un producto del hombre, y que se encuentran en su totalidad en el Corán. Y como solo unos pocos elegidos son conocedores de la revelación, tienen la capacidad máxima para interpretar y decidir si hay “blasfemia” o no, en las opiniones, en las creencias y en los actos de los otros. Y por tanto, la capacidad para condenar a muerte a los supuestos “blasfemos”.
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Los musulmanes se mueven sin problemas en las sociedades a las que quieren someter, porque aquí es permitido el derecho de creencia y libertad religiosa. Una creencia, la suya, que se fundamenta en utilizar los derechos y libertades occidentales para eliminar a los que les permiten creer y avanzar en lo que creen. Así es la perversión del Islam en occidente. Su finalidad esencial es la imposición de la Sharia, debiendo destruir cualquier otra ideología religiosa, filosófica o política, que contradiga la Sharía. Bin Laden y sus herederos tienen como única meta secuestrar cualquier esfuerzo democratizador en el mundo árabe, por minoritario que sea y extirpar la democracia allí donde ha germinado con fuerza: aspiran a destruir todo y no construir nada” Lo dice Merlos en su libro y, a mi juicio, tiene razón.
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Por todo ello será interesante ver cual es la resolución de la ONU, que tiene la obligación de permitir el desarrollo de la Carta de los Derechos del Hombre, sobre todo en su Artículo 18: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia” y, Artículo 19: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. Artículos que chocan frontalmente con la petición de que se admita la “blasfemia al Islam como soporte legal para asesinar a quienes no pensamos como dice el Islam.
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Por todo lo anterior y, considerando que la Libertad, la Justicia y la Paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana; nosotros, el Pueblo, debemos exigir a los responsables políticos de occidente salir de ese “buenísmo” político contagioso que cree, que: “permitiendo a los musulmanes que ganen pequeñas batallas, vivirán apaciguados eternamente”. Porque el objetivo final del islamo-fascismo es convertir a occidente en musulmalándia. Donde no habría dignidad, ni igualdad de derechos entre hombres y mujeres, ni entre hombres y hombres. ¿Ustedes quieren vivir allí? Yo tampoco.
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* Es Presidente del Instituto HLAB

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