domingo, 22 de julio de 2012

Nosotros los españoles


*Por Ángel Rico
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Si el mandamás de Marte quisiese saber cómo es España, enviaría a un propio para que se personase en el país, nos investigase y posteriormente le informase de todo. Me atrevo ha predecir que el emisario marciano, tendría notables dificultades para explicar a su jefe la realidad del pueblo español.
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Porque resulta difícil de entender que el pueblo, --la generalidad de los españoles--, actuemos movidos por unos parámetros tan primitivos y simples  que, como resultado, ha permitido que mediante una sucesión de acontecimientos cómplices, hayamos llegado a la actual situación. Tenemos como Ley suprema una Constitución que la gran mayoría de los españoles desconoce, y esa ignorancia provoca que, en comentarios de café y en manifestaciones callejeras,  se hagan propuestas imposibles  para  resolver los problemas más candentes del momento.
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El mismo pueblo que votó a Zapatero en la anterior legislatura, sin querer enterarse que la crisis ya estaba aquí, ahora se encuentra frente a los resultados de aquella miopía  y no admite las soluciones que deben aplicarse para curar el cáncer que corroe al Estado. Mientras tanto, (el pueblo) se esconde tras la telebasura, y los éxitos deportivos, que como un alucinógeno impide tener conciencia clara de lo que ocurre. Y así van pasando los días y las circunstancias que dejan en evidencia la realidad en blanco y negro que nos acompaña.
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Este mismo pueblo miope, --que en el inmediato pasado otorgaba al nacional separatista, Josep Antoni Duran i Lleida, la distinción de mejor político del parlamento—  ahora cuando no quiere que “le toquen lo suyo”  vuelve la cara a Rajoy pidiéndole que –Cambie la Constitución—sin tener ni idea de cómo se reforma la Constitución. Hablan de cambiar la Constitución, como si para ello bastase que Rajoy se lo propusiese. Esa ignorancia primitiva, de no querer enterarse de cómo son las cosas, de cómo está compuesto el Parlamento y de cómo funciona el “sistema”,  es lo que mueve el corazón colectivo de los españoles desde la Transición.
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La mayoría de las propuestas que se exponen, tienen un denominador común: --que se reforme lo demás y no se toque lo mío--.  Las propuestas son idénticas provengan de los “mineros”, “agricultores”, “empleados públicos”, “liberados sindicales”, “directores generales”, etc., todos quieren vivir del sistema, sin preocuparles que el sistema se financia con los impuestos de los contribuyentes, y cuando son mayores los gastos que los ingresos el sistema entra en bancarrota. Por lo que el emisario marciano tendría que informar que se repite la máxima de: –si el sistema mantiene mis beneficios, es indiferente lo que ocurra después--. Una ignorancia cómplice que nos ha llevado a la actual situación.
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La falta de implicación derivada de la “ignorancia” política, es uno de los contagiosos males que tiene la sociedad actual. Se utilizan eslóganes del pasado y propuestas políticas imposibles en una España integrada en la UE, pero da igual, esa suma de vociferaciones sirve de anestesia colectiva para una sociedad que se esfuerza por no querer saber, que los cambios deben hacerse de otra forma. Solo hay un camino para pasar de la Ley a la Ley, y al “sistema” le va bien mantener al pueblo en esa ignorancia.
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Si usted, respetado lector, hiciese una encuesta entre su círculo de amistades, para saber si los encuestados saben cómo se debería reformar la Constitución para modificar el Título VIII, de la Organización Territorial del Estado, se llevará una desagradable sorpresa. De esa realidad ignorante se alimenta el “sistema”, que hace como que se realizan cambios, para que todo siga igual.
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Otro de los males es la “cobardía” que impide la implicación personal, esperando que sea el resto del pueblo quien haga lo que cada uno, a título personal, no está dispuesto a hacer. Esta tesis se puede observar cada día en las manifestaciones callejeras, donde los manifestantes piden una cosa y la contraria. Piden cambios sin decir quién y cómo se debe hacer tal cambio.
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No pongo en duda la buena voluntad de Rajoy, para resolver el grave problema, (en otro momento puse en duda el liderazgo de Rajoy y me vinieron encima todas las presiones del sistema para que retirarse aquella opinión, cosa que obviamente no he hecho), pero sin una reforma de la Constitución será imposible sanar la grave enfermedad del Estado. Y para esa reforma es necesaria la implicación de un pueblo que, en su mayoría, no quiere saber, para justificar su no implicación, poniendo de relieve otra enfermedad la “superficialidad”.
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Y como en el Apocalipsis, el cuarto de los caballos estaría montado por la “desidia”, que permite que por  falta de implicación la realidad siga empeorando, el presente y el fututo de todos nosotros. Es necesario que cada cual salga del letargo y se pregunte qué puede hacer por España (perdón pero no he podido evitarlo) y solo entonces la solución empezaría a ser posible.
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El marciano informaría a su jefe que España es un país dominado por cuatro caballos, uno montado por la “ignorancia”, la “cobardía”, la “superficialidad” y la “desidia”, donde nadie quiere ser protagonista del futuro, al estar todo el tiempo lamentándose por el pasado.
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…He dicho!
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*Es Presidente del Instituto Hispano Luso

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