*Por Ángel Rico
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Si el mandamás de Marte
quisiese saber cómo es España,
enviaría a un propio para que se personase en el país, nos investigase y posteriormente
le informase de todo. Me atrevo ha predecir que el emisario marciano, tendría
notables dificultades para explicar a su jefe la realidad del pueblo español.
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Porque resulta difícil de entender que el pueblo, --la generalidad de los
españoles--, actuemos movidos por unos parámetros tan primitivos y simples que, como resultado, ha permitido que
mediante una sucesión de acontecimientos cómplices, hayamos llegado a la actual
situación. Tenemos como Ley suprema
una Constitución que la gran mayoría
de los españoles desconoce, y esa ignorancia provoca que, en comentarios de
café y en manifestaciones callejeras, se
hagan propuestas imposibles para resolver los problemas más candentes del
momento.
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El mismo pueblo
que votó a Zapatero en la anterior
legislatura, sin querer enterarse que la crisis ya estaba aquí, ahora se
encuentra frente a los resultados de aquella miopía y no admite las soluciones que deben
aplicarse para curar el cáncer que corroe al Estado. Mientras tanto, (el pueblo) se esconde tras la telebasura,
y los éxitos deportivos, que como un alucinógeno impide tener conciencia clara
de lo que ocurre. Y así van pasando los días y las circunstancias que dejan en
evidencia la realidad en blanco y negro que nos acompaña.
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Este mismo pueblo miope, --que en el inmediato pasado
otorgaba al nacional separatista, Josep
Antoni Duran i Lleida, la distinción de mejor político del parlamento— ahora cuando no quiere que “le toquen lo
suyo” vuelve la cara a Rajoy pidiéndole que –Cambie la Constitución —sin
tener ni idea de cómo se reforma la Constitución.
Hablan de cambiar la Constitución ,
como si para ello bastase que Rajoy
se lo propusiese. Esa ignorancia primitiva, de no querer enterarse de cómo son
las cosas, de cómo está compuesto el Parlamento y de cómo funciona el
“sistema”, es lo que mueve el corazón
colectivo de los españoles desde la Transición.
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La mayoría de las propuestas que se exponen, tienen un
denominador común: --que se reforme lo demás y no se toque lo mío--. Las propuestas son idénticas provengan de los
“mineros”, “agricultores”, “empleados públicos”, “liberados sindicales”, “directores
generales”, etc., todos quieren vivir del sistema, sin preocuparles que el
sistema se financia con los impuestos de los contribuyentes, y cuando son
mayores los gastos que los ingresos el sistema entra en bancarrota. Por lo que
el emisario marciano tendría que informar que se repite la máxima de: –si el
sistema mantiene mis beneficios, es indiferente lo que ocurra después--. Una
ignorancia cómplice que nos ha llevado a la actual situación.
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La falta de implicación derivada de la “ignorancia” política, es uno de los
contagiosos males que tiene la sociedad actual. Se utilizan eslóganes del
pasado y propuestas políticas imposibles en una España integrada en la UE , pero da igual,
esa suma de vociferaciones sirve de anestesia colectiva para una sociedad que
se esfuerza por no querer saber, que los cambios deben hacerse de otra forma.
Solo hay un camino para pasar de la
Ley a la Ley ,
y al “sistema” le va bien mantener al pueblo en esa ignorancia.
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Si usted, respetado lector, hiciese una encuesta entre su
círculo de amistades, para saber si los encuestados saben cómo se debería
reformar la Constitución para
modificar el Título VIII, de la Organización Territorial del Estado, se llevará una
desagradable sorpresa. De esa realidad ignorante se alimenta el “sistema”, que
hace como que se realizan cambios, para que todo siga igual.
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Otro de los males es la “cobardía” que impide la implicación personal, esperando que sea el
resto del pueblo quien haga lo que cada uno, a título personal, no está dispuesto
a hacer. Esta tesis se puede observar cada día en las manifestaciones
callejeras, donde los manifestantes piden una cosa y la contraria. Piden
cambios sin decir quién y cómo se debe hacer tal cambio.
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No pongo en duda la buena voluntad de Rajoy, para resolver el grave problema,
(en otro momento puse en duda el
liderazgo de Rajoy y me vinieron encima
todas las presiones del sistema para que retirarse aquella opinión, cosa que
obviamente no he hecho), pero sin una reforma de la Constitución
será imposible sanar la grave enfermedad del Estado. Y para esa reforma es necesaria la implicación de un pueblo
que, en su mayoría, no quiere saber, para justificar su no implicación, poniendo
de relieve otra enfermedad la “superficialidad”.
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Y como en el Apocalipsis,
el cuarto de los caballos estaría montado por la “desidia”, que permite que por
falta de implicación la realidad siga empeorando, el presente y el
fututo de todos nosotros. Es necesario que cada cual salga del letargo y se
pregunte qué puede hacer por España
(perdón pero no he podido evitarlo) y solo entonces la solución empezaría a ser
posible.
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El marciano informaría a su jefe que España es un país dominado por
cuatro caballos, uno montado por la
“ignorancia”, la “cobardía”, la “superficialidad” y la “desidia”, donde nadie quiere ser
protagonista del futuro, al estar todo el tiempo lamentándose por el pasado.
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…He dicho!
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*Es Presidente del
Instituto Hispano Luso
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