*Por Ángel Rico
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Compartiré
con usted, respetado lector, que: --la máxima del ecologismo es “un planeta con la mitad de habitantes”--,
lo cual podría parecerme aceptable siempre que hubiera alguien que le dijese a
la otra mitad, la que tiene que desaparecer (3.500 millones de personas) que
tienen que ser ellos, y no nosotros, quienes tienen que desvanecerse.
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Mientras
esto ocurre, la sociedad necesita agua, energía y alimentos, en mayor cantidad
que el día anterior; de ahí que sea preciso poner a disposición de los vivos, lo
que necesitan para seguir siendo vivos. Esta lógica vital choca frontalmente
con el espíritu ecologista, que para ser tenido en cuenta, actúa fomentando la
estupidez del “ecoalarmismo”.
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Usted,
coincidirá conmigo que, a la hora de una consulta médica, la persona que se
interesa por nuestro estado físico y nuestra salud, ha tenido que cursar unos
estudios universitarios, un periodo de especialización, para hacerse “docto” en
la materia médica. En cambio, a la hora de hablar de “ecología” –que en
numerosas ocasiones afectan a vidas y haciendas— basta que aparezca un
personaje o una personaja (perdón por la estupidez), con el cabello sin lavar
durante tres meses, con predominancia de “rastas” y, al ser posible, embutido
en una camiseta colorida, delante del logotipo de un animal salvaje, para que
cualquier estupidez, sea asumida por la sociedad, en general y, por la clase
política, en particular, como verdadera. Los primeros, porque por comodidad
enfermiza, han delegado todo lo relacionado con la “ecología y el medio
ambiente” en los modernos y, en demasiados casos, indocumentados “rastafaris”
ecologistas; y los políticos, por una falta de principios personales, que les
permita disponer de criterios propios, dejándose llevar por el facilón,
balanceo del ecologismo predominante.
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La
docilitada sociedad, tiene delante de sí,
ejemplos que ilustran la realidad “ecoalarmista”, verbigracia, me explicaré:
--Es conocida, la imperiosa necesidad de la sociedad española de disponer de
agua dulce en calidad y cantidad suficiente para satisfacer, las exigencias de
los tiempos actuales. En su momento se aprobó el Plan Hidrológico Nacional que, entre otras cosas, recogía que el
agua del río Ebro, antes de verterse al Mediterráneo, y tras asegurar el
necesario cauce ecológico, se trasvasase para satisfacer las necesidades del
centro y sur peninsular--. Los “ecoalarmistas” se opusieron al sentido común, y
el gobierno de entonces acordó; ¡atención! –que el agua dulce del Ebro, se vertiese al Mediterráneo, y una vez mezclada con el
agua salada, extraerla del mar y mediante “desaladoras” volverla a convertir en
agua dulce--. Obviamente, semejante, estupidez no se ha podido convertir en
realidad, encontrándonos con que el agua dulce se sigue perdiendo en el mar,
mientras el levante sigue perdiendo posibilidades de creación de riqueza y de
puestos de trabajo.
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Con
similares estupideces, tenemos que convivir diariamente, cuando hablamos de
energía. España es uno de los países
mas “energético dependientes de Occidente”
y cuando existen alternativas para obtener hidrocarburos, como el “fracking”,
en zonas rurales deprimidas, los ecoalarmistas, levantan la bandera de la
estupidez para oponerse a las posibilidades que ofrecen esta técnica de obtención
de energía. Recordándonos aquellos malos augurios que los “estúpido alarmistas”
de los inicios de la “Revolución
Industrial” que --vieron en el ferrocarril un gran peligro, incluso mortal.
Desde la Real Academia de Ciencias Británica, se sugirió que “a
unas velocidades superiores a los 40 kilómetros por hora, los pasajeros se asfixiarían,
se volverían ciegos y el ganado enloquecería. Temiéndose, también, la destrucción
de las tierras de cultivo.
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Por
si estos ejemplos no fueran suficientes, nos encontramos con la oposición a las
posibilidades que ofrece la “ingeniería genética” para producir alimentos,
susceptibles de cultivarse en los diferentes territorios del planeta. Surgiendo
la “liga de los opositores transgénicos” que, con una evidente falta de
ilustración, permiten que decenas de miles de personas mueran cada año en el
mundo por la imposibilidad de tener cultivos adaptados agronómicamente a sus
territorios. Desconociendo que, con esa mentalidad no se habría podido, por
ejemplo, combatir la filoxera que atacó los viñedos europeos en 1800; porque
¿qué otra cosa, sino “ingeniería genética”, fue reponer viñedos sobre
portainjertos americanos? (Un sarmiento americano, sobre el que se injerta otra
variedad de vid europea). Salvando las distancias, similar filosofía es la que
pretenden los cultivos “transgénicos”.
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Le
contaré a usted, respetado lector, que en una ocasión tuve la oportunidad de
compartir una mesa redonda, en Portugal,
con un responsable gubernamental de Mozambique
y un representante ecologista; la intervención del mozambiqueño se limitó a
exponer cientos de fotos de niños hambrientos, a quienes se les caían los ojos
de las órbitas, planteando una pregunta ¿debemos dejar que nuestros niños
mueran de hambre, o debemos utilizar la posibilidad de nuevos cultivos para combatir
el hambre? La intervención ecologista se resumió en: --si, de hambre tienen que
morir, que mueran porque ese coste será admisible por la humanidad, antes que
introducir el diablo de los cultivos transgénicos--. Mi intervención se limitó
a preguntar, ¿por qué el ecologista, (--insulino-dependiente-- según propia
confesión) debería tener el derecho a seguir viviendo gracias a, productos
transgénicos, y los niños de Mozambique,
no?
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Uno
de los últimos ejemplos de “estupidez” –porque, como decía Albert Camus, la estupidez
insiste siempre-- es la obstrucción “ecoalarmista” a la “Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión ” (TTIP)
que tiene a los alarmistas abanderando la oposición a las posibilidades de un
acuerdo comercial entre Europa y Estados Unidos, que con tal de impedir
que en Europa entren productos
norteamericanos, lo que está consiguiendo, en realidad, es que en Estados Unidos se dificulten la entrada
de productos agropecuarios como “vino, aceite, queso, ajos, jamón, etc”. Lo que
demuestra que: -- El Ecologismo es un
juguete con el que solo pueden jugar los niños ricos--. Realidad que deben
recordar los agricultores de zonas rurales deprimidas que encuentran dificultades
para exportar sus productos.
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La
sociedad actual debe tener presente la máxima utilizada por la colectividad
científica: --Las propuestas (o amenazas) extraordinarias, requieren pruebas
extraordinarias--.
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Ante
esta realidad, recordemos lo que dijo Averroes:
--Cuatro cosas no pueden ser escondidas durante largo tiempo: la ciencia, la
estupidez, la riqueza y la pobreza—Y, cuando tengamos delante a un “enrastado” que
con su letanía ecologista, nos amenaza con nuevos males, tengamos presente que,
“en vez de limpiar su propio corazón, el fanático (ecoalarmista) trata de
limpiar el mundo”, lo que nos lleva a, Campbell:
--Debemos estar dispuestos a renunciar a la vida que habíamos planeado, para
poder vivir la vida que nos espera--. Por lo que habrá que concluir que, --una estupidez, dicha por un ecologista,
sigue siendo una estupidez-- Nadie está libre de decir estupideces, lo malo
es decirlas con énfasis.
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…He dicho!
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*Es Presidente del
Instituto Hispano Luso
http://elrobotpescador.com/2014/10/29/asi-pretenden-reducir-la-poblacion-mundial/
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