domingo, 8 de abril de 2012

“Cuando las palabras pierden su significado …

*Por Ángel Rico
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…la gente pierde su libertad”,
nos enseñó Confucio. Por tanto, conviene que la sociedad valore las palabras de los líderes sociales, si estas, van acompañadas de hechos que las reafirmen. Por ejemplo, hoy hemos escuchado al Papa Benedicto XVI, en sus palabras durante el Domingo de Pascua y en la bendición Urbi et Orbi, ante 150. 000 personas, cuando: “—Hizo un llamamiento para que cese la violencia en Siria”, “—alentó al pueblo iraquí a no escatimar ningún esfuerzo para avanzar en el camino de la estabilidad y del desarrollo”, “—abogó para que en Tierra Santa israelíes y palestinos reemprendan el proceso de paz”, se refirió también “a la situación en Malí, “que atraviesa -dijo- un momento político delicado” y pidió paz y estabilidad para ese país africano”, asimismo dirigió palabras de aliento para las comunidades cristianas que sufren persecuciones y discriminaciones a causa de la fe, como en Nigeria, teatro en los últimos tiempos de sangrientos atentados terroristas”, “—y para que se apliquen los Derechos Humanos en aquellos lugares donde no existen tales Derechos”.
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Son deseos vanos porque en los países donde predomina el Islam, para que se cumplan vuestras palabras hacen falta tres cosas: “la igualdad de la mujer”, “reconocer al Estado de Israel” y “la reciprocidad religiosa” mientras estos tres principios no se cumplan, vuestras palabras, Santidad, serán solo eso, palabras. ¿Qué hace la Iglesia para cambiar esa realidad? No es justo pedir a los cristianos coptos de Egipto, o los católicos en Nigeria que sigan poniendo la otra mejilla, mientras se tiene tanta condescendencia con dictadores.
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Vuestras palabras son hermosas, y las podría haber dicho, por ejemplo, mi panadero (perdón Santo Padre por la comparación. Ya sabemos “—que no solo de pan vive el hombre”) pero pronunciar estas palabras cuando se está rodeado de tanta pompa, boato y circunstancia, no resulta creíble, sobre todo Santidad, cuando hace diez días estuvisteis en Cuba, uno de los mayores ejemplos del planeta donde no se aplican los Derechos del Hombre y donde la Libertad brilla por su ausencia. Allí delante de tres sátrapas y cientos de satrapillas, os limitásteis a palabrear (según el DRAE 2. tr. coloq. Cuba, El Salv. y Ven. Tratar de palabra o acordar un asunto sin formalizarlo), porque cuando tuvísteis delante a los dictadores cubanos y al venezolano, no hicisteis restallar la palabra Libertad, ni los argumentos consecuentes para que los cubanos y venezolanos la consigan.
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En Cuba vendísteis, Santidad, el objetivo principal de la Iglesia por “la licencia para abrir un seminario” como otros vendieron su primogenitura por un plato de lentejas. ¡Qué oportunidad perdida! ¿Alguien se imagina al Maestro en una situación similar sonriendo a los dictadores si los tuviera delante? --Yo tampoco.
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En la misa que celebrasteis, Santidad, en Santiago de Cuba, con asistencia de los mismos adeptos comunistas del régimen cubano, que participan en los estalinistas mítines castristas, la única persona que se atrevió a pronunciar la palabra Libertad, fue detenida y cubierta de hostias (de las otras) y, hoy, aún sigue detenido. Luego entonces ¿de que sirvió vuestro viaje a Cuba? O dicho de otra forma ¿de qué sirven vuestras palabras cuando estáis rodeados de purpurados y cámaras de televisión? Y después de la bendición urbi et orbe, a tomar sopitas de pan y buen vino.
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Con el Cardenal Jaime Lucas Ortega, arzobispo de La Habana, como ejemplo de la Iglesia en Cuba, nadie podrá impedir que yo pregunte: ¿--Por qué –la Iglesia—se fija en la paja que está en el ojo de su hermano y no advierte la viga que está en el suyo? La confraternización de este cardenal, --Ortega-- con el régimen de los Castro es, sencillamente, impresentable. Y los resultados de vuestro viaje, también. Los altos índices de colesterol y de falsedad de ese cardenal vuestro, me hacen recordar que: --estáis enviando, a los cubanos, como ovejas en medio de lobos; porque con su mansedumbre se comportan como inocentes palomas.
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¿Quien le dirá, Santidad, al Cardenal Ortega que --el que quiera hacerse grande entre vosotros deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos. Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos?
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La Historia hablará de que --la caída del muro de Berlín-- la consiguieron los esfuerzos de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Juan Pablo II pero de vuestro papado ¿Qué dirá la Historia? El Maestro nos enseñó: “—Por sus hechos los conoceréis” Y, en efecto, os estamos conociendo.
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Es posible que yo no debiera hablar así. Incluso, no pensar así. Pero no puedo mirar para otro sitio, al fin y al cabo, tengo un tercio de sangre árabe, otro de sangre judía y otro de sangre cristiana, por lo que tuve que estudiar con similar interés La Torá, la Biblia y el C’ran. Por tanto no puedo, ni lo pretendo, presumir de ser Cristiano Viejo, solo de ser consecuente con lo que pienso, con lo que siento y con lo que escribo.
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…He dicho!
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*Es Presidente del Instituto Hispano Luso

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