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Estamos
inmersos en una sucesión de acontecimientos en España de los que somos –protagonistas forzados--, por una economía
nacional en bancarrota, a la que se llegó por querer mantener la estructura de
un carísimo estado elefantiásico, y al que la casta política no quiere
renunciar. Esa falta de renuncia obliga a cientos de miles de familias a vivir
en una economía de guerra, mientras por aquí y por allá, llegan a los ciudadanos
noticias de gastos políticos, sencillamente impresentables. Ellos (la casta política) justifican esos
gastos como “el chocolate del loro”,
--de millones de loros—que son el vicio y la excusa de una inmensa masa de “hidalgos empobrecidos”
que actúan sin querer aceptar la realidad actual.
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Los
ciudadanos se enfrentan cada mañana a una, exasperante, sucesión de impuestos, tasas y subidas de precios, que
merman la economía, la esperanza y la fe en un gobierno carente de ideas, para
activar la economía nacional y, poner sobre la mesa, la creación de empleo,
mediante el desarrollo de ideas creativas, innovadoras y productivas. En España todos, absolutamente todos, son
conscientes de esa realidad; todos, salvo el Gobierno de España, y los gobiernos autonómicos.
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Los
ciudadanos empiezan a dejar su, atávica actitud política, empezando a
proliferar los comentarios, las críticas y las preguntas. Preguntas que no solo
están relacionadas con – ¿el por qué de los gastos del Estado?--, sino también, por ejemplo, sobre: --la capacidad
intelectual del Ministro de Industria,
Energía y Turismo, para dirigir y liderar un ministerio tan importante, en
una España tan necesitada del
funcionamiento de la industria, para un crecimiento económico, disponiendo de
energía a bajo precio.
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Ó la del Ministro
de Justicia, al no darse por enterado que, el representante del Estado en Cataluña se jacta de no
cumplir las sentencias del Tribunal
Supremo, señalado como su camino político a seguir, --el del incumplimiento
de la Ley-- por la que ese, desleal, representante del Estado, llegó a ser quién represente al
propio Estado. Esos ejemplos de un Estado
de segunda mano, mantienen a los ciudadanos perplejos, y observan de mala gana,
como unos y otros, desde las máximas instancias del Estado, no saben ganarse, cada día,
el respeto de los ciudadanos a quienes deben su cargo y su soldada.
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La
inexistente respuesta del Gobierno de
España a la “botaratada” de Artur
Mas, supone –aunque el Gobierno no lo quiera ver—la pérdida del respeto que
los ciudadanos deben a sus gobernantes, porque estos (los ciudadanos) se
preguntan ¿por qué el Gobierno permite, en Cataluña, que el representado del Estado incumpla la Ley y a ellos no les
den ni un respiro administrativo?
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¿Donde
está aquel –la Patria no se negocia— de Cánovas del Castillo? Ahora tenemos delante a un gobierno
transigente y mediocre que, mientras desde Cataluña
se gastan el dinero de la caja única del Estado, nos ridiculizan y amenazan con romper el propio Estado, acepta que el partido político de la mayoría en el Congreso de los Diputados
–el PP-- haya elegido Presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores de España, y también como Vicepresidente Cuarto de la
Mesa del Congreso, a los nazional – separatistas, Josep Antoni Duran i Lleida y Jordi Jané i Guasch. Nadie entiende
que, mientras la tragicómica obra de teatro político se desarrolla, no dejen de
jugar a la ruleta rusa, buscando el apoyo de un posibilismo político
inexistente, que oculte las deficiencias estructurales del propio Estado.
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Las
“botaratadas” no solo son las de Artur
Más, sino también las de aquellos que, con similares, actitudes botarates
se las permiten. En política “una imposibilidad probable, es más plausible que
una posibilidad improbable”, algo que tras más de treinta años de un diálogo de
sordos, entre los sucesivos Gobiernos de
España y los partidos nazional-separatistas, nos han llevado a donde
estamos: --arruinados y al borde del precipicio--, con unos partidos
nazionalistas que dicen: --el último que apague la luz--.
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Los
partidos nacionales (¿nacionales?) comprobarán en las próximas elecciones
autonómicas en Cataluña que: --Los
no nacionalistas, no les votarán; tampoco lo harán los nazionalistas que no les
votaron nunca; y los indiferentes, como todos los indiferentes, al sentirse
huérfanos de líderes nacionales que les motiven, tampoco les darán sus votos--.
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Cuando
no se pueden controlar las expectativas, --en política--, solo hay una cosa por
hacer, ¡cumplirlas! Y para ello, hay
que trabajar más, apoyándose en el mejor equipo político posible. ¿Usted,
respetado lector, cree que el Gobierno
de España está compuesto por el mejor equipo posible? –Yo tampoco.
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…He dicho!
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*Es
Presidente del Instituto Hispano Luso
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