sábado, 3 de septiembre de 2016

Kong Nyong, Aylan, Omran y los Pulitzer, malditos

*Por Ángel Rico
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Es un hecho evidente que esta sociedad nuestra, adormecida e hipócrita, necesita de “conmemoraciones” para que sus conciencias se remuevan (momentáneamente)  de la enferma quietud habitual, con la que aceptan las injusticias cotidianas. Aquellos medios de comunicación que se encargan de llevar del ronzal, de aquí para allá y para acullá, a la ovejuna población nos han recordado que: --ha transcurrido un año desde aquella foto (1) que conmovió al mundo, del cadáver del pequeño Aylan (con su pantaloncito azul y su camisola roja) en las playas de Turquía—La sociedad recuerda como un policía turco recoge con una ternura (que es de agradecer) el pequeño cuerpo para darle la intimidad y el respeto que todos merecemos.
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Lo que la sociedad no sabe, porque no lo quiere saber, es que: --previamente, unos periodistas (malditos colegas) sacaron de una pila de,  macilentos cadáveres, cerca de la mencionada playa el cuerpo muerto de un niño, y como un atrezzo se colocó (un poco más a la derecha, no, no tanto) en la playa turca para darle fama al fallecido Aylan, tras una sucesión interminable de fotografías que dieron la vuelta al, hipócrita, mundo--. En aquella pila de cadáveres, también estaban la madre y el hermano.
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Esta sociedad farsante que, a la hora del almuerzo, mira  en televisión la imagen del “Aylancito” muerto, hicieron  comentarios sobre lo injusto de la vida, sin preguntarse:--¿por qué los que huyen de Siria lo hacen a la alejada Europa, en lugar de hacerlo donde sus primos saudíes? Y, sobre todo ¿por qué tienen que huir de sus casas? ¿A qué se dedicaba el padre de Aylan? ¿El padre de Aylan era uno  de los traficantes que conducía el barco que produjo tantas muertes? Dándole la razón a, Edmund Burke: --Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada--.
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Los casos de compaginación perfecta entre una prensa que “fabrica noticias” porque “hay una sociedad que se las traga” empezó mucho antes. Hoy me permitirán que recuerde el caso de niño Kong  Nyong, en la aldea sudanesa de Ayod, en 1993; protagonista de aquella fotografía donde “un buitre a pocos metros del niño esperaba su ración de comida”. El fotógrafo, Kevin Carter, en lugar de alejar al buitre esperó con calma a la realización de fotografías, una de ellas, publicada por “The New York Times” (2) fue distinguida con el “Premio Pulitzer de fotografía en 1994”. La presión sobre el fotógrafo hizo que, Carter, se quitase la vida pocas semanas después de ganar el Pulitzer.
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La opinión pública, entonces, entendió la foto como una alegoría de lo que sucedía en Sudán: --Kong era el problema del hambre y la pobreza; el buitre era el capitalismo y Carter era la indiferencia del resto de la sociedad--. A lo largo de la Historia, entre los jinetes del Apocalipsis, siempre ha estado la indiferencia de los buenos, que ha permitido que los malos tengan el camino libre para hacer aquello para los que tienen su razón de ser.
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Volviendo al caso de Aylan, y el aniversario de la (maldita) foto, la clase de hipócritas con pedigrí, los que se han arrogado ser la conciencia de la adormecida sociedad, han protagonizado actos de, repugnante, complicidad con la realidad que está matando a decenas de miles de personas, en su camino de huída a lugares más seguros. Y, como muestra, baste el ejemplo del ridículo circo montado en las puertas del Congreso de los Diputados, por el partido que se sustenta de las dictaduras de Venezuela e Irán, donde lo importante era el protagonismo del “macho alfa” de ese partido, en lugar de frenar las causas que fuerzan que las personas huyan de sus territorios en Siria, Libia, etc. Otro ejemplo de hipócritas con pedigrí es: --la pieza, titulada “Rescatemos nuestro Mediterráneo”, realizada por el Colectivo de Mujeres Cineastas y Medios Audiovisuales, que con la canción “Mediterráneo” de Serrat pretenden que, este mar (Mare Nostrum) no se convierta en una fosa común; sin proponer nada para que quienes huyen de su lugar de vida, no tengan que hacerlo.
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El, hipócrita, patrón (prensa-sociedad) se sigue repitiendo y días atrás pudimos contemplar en televisión cómo:-- se manoseaba la imagen de Omran, el niño rescatado de un bombardeo en Alepo, que se convirtió en el símbolo del horror en Siria—Y, como en los casos anteriores, los “salvadores” colocan el desorientado niño en un asiento para que pueda “dar bien en las fotos”. La sociedad, por unos minutos, tras observar la cara sucia del pequeño Omran, critican “lo mal que está el mundo”. Sin preguntarse ¿Por qué hay que bombardear Alepo? Y, ahí, en ese no querer saber nada de las causas, sino solo criticar (pero poco) a los síntomas, es por lo que el mal y la intransigencia de quienes: --no admiten la Carta de Derechos Humanos; ni la Igualdad de hombres y mujeres; ni la libertad religiosa de los ciudadanos y, por supuesto, tampoco la corresponsabilidad religiosa; es decir, que defendiendo la instalación de mezquitas en Europa, impiden, la posibilidad de que otros credos religiosos, pudieran instalarse en países musulmanes tiene el camino libre.
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En la aceptación social de la “ley del embudo” es donde está la prueba de la culpa compartida, entre quienes matan a la sociedad indefensa en los países musulmanes, y quienes permiten que se mueran, --mientras se mueran lejos—ya lo dijo, Molièr: --La hipocresía es el colmo de todas las maldades--. Se viva en Siria, Libia o el Vaticano, y por tanto hay que estar de acuerdo con, Joseph Pulitzer: --Las naciones prosperan o decaen simultáneamente con su prensa-- ¡Pues eso!
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…He dicho!
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*Es Presidente del Instituto Hispano Luso
**Junta Directiva de APAE - Vinculada a la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE)