viernes, 15 de abril de 2016

Decencia y política en España

*Por Ángel Rico
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Henry Louis Mencken, dijo: --Todo hombre decente se avergüenza del gobierno bajo el que vive--, lo cual supuso un ejemplo de predicción de lo que ocurriría, entre otros lugares, en España. Pero lo que el “Sabio de Baltimore” no auspició es que, además: --también es posible avergonzarse, y el mismo tiempo, de los partidos de la oposición--. Mantener a España un año sin gobierno, es un ejemplo de lo dicho. Un tiempo perdido, que ha costado mucho dinero; porque pagar, los salarios y costes derivados de un “gobierno en funciones”, de unos “diputados y senadores, en funciones” y “de un (principal) partido de la oposición en funciones” es algo que, una economía como la española, no se puede permitir. Por otra parte la realidad nos ha demostrado que, aún así: --el sol ha seguido saliendo todos los días, y los pantanos recogieron más agua de lluvia que cuando había un gobierno efectivo--. Por tanto ¿qué se han creído los “unos” y los “otros”?
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En las próximas elecciones (26 de junio) deberá ser de obligado cumplimiento que: --aquellos políticos que obtengan peores resultados que en las elecciones pasadas, no solo tengan que dimitir tras el recuento oficial de votos, sino que deberán dejar la vida política— Debe quedar claro que, “quien la hace la paga”, y haber tenido a la Nación un año al pairo es algo que ha costado mucho dinero, y ha impedido muchas posibilidades de crecimiento económico.  Por tanto, los electores independientes deberemos preguntar: --¿qué parte del “¡vete!” no has entendido?-- Y no solo a los líderes (¿líderes?) de los partidos políticos, sino también a quienes encabecen las listas electorales en las distintas circunscripciones, políticos que habituados a vegetar al rebufo de la partitocracia, forman parte del problema de la perversión política nacional.
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Urge que los partidos políticos cuenten con: --un departamento de “control de calidad  táctica y estratégica” además del, ya conocido, departamento “tira levitas” en el que todo aquel que quiera prosperar en su partido, se entrena a diario. En ese, necesario departamento, se sugeriría que, de igual forma que los entrenadores de fútbol, analizan con sus jugadores, videos de partidos de sus rivales; y los jugadores de ajedrez (juego de mesa, entre dos personas que se practica sobre un damero en el que se disponen las 16 piezas de cada jugador, desiguales en importancia y valor, que se desplazan y comen las del contrario según ciertas reglas) estudian el estilo de juego de su próximo contrincante, los políticos deberían leer Historia y derecho, para ser conscientes de que “cuando se desconoce la Historia se corre el riesgo de tener que repetirla” y  que “lo que no puede ser, no puede ser y, además es imposible”. Es decir, en política, urge leer algo más que libros de baloncesto, de ciclismo y del “tira levitas con éxito”.
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Si la lectura (en política) fuese una práctica habitual, se evitaría acabar creyéndose unas hipótesis políticas imposibles, que de tanto repetirlas (un gobierno del cambio, progresista y reformista; un gobierno del cambio reformista y progresista) acaban arraigando en la ensoñación de quien las repite, a pesar de ser de imposible aplicación; como si, hipotéticamente, se repitiese hasta la saciedad: --yo voy en serio, quiero volar; volaré porque voy en serio— el quimérico acabase venciendo la Ley de la Gravedad y se elevase en el aire, pudiendo moverse de aquí para allá y para acullá.
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Con razón, Alberto Moravia, dijo: --Curiosamente, los votantes no se sienten responsables de los fracasos del gobierno (o partidos políticos) al que han votado--. Porque, indefectiblemente, los errores por acción o por omisión que cometen aquellos  a quienes hemos votado, repercuten negativamente en los intereses generales de la sociedad, incluido los propios votantes. Y los votantes de unos y otros, deberán tener presente a Francis Bacon: --La bajeza más vergonzosa es la adulación--.
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La misma sociedad que ha delegado, la capacidad de analizar la realidad política, en las cadenas de televisión –LaSexta, Cuatro, Teledemos--, entre otras, celebran con alborozo la dimisión del (mediocre) ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, por haber dispuesto, hipotéticamente, en el pasado de consorcios en paraísos fiscales; cuando, esa misma sociedad civil,  tragó con ovejuna actitud, con las decisiones del mismo político, a favor del “cártel” (Convenio  entre  varias  empresas  similares  para  evitar  la  mutua competencia y regular la producción, venta y precios en determinado campo industrial) energético. Esa incoherencia es lo que provoca la “ideología política de garrafón” donde da igual una propuesta política que su contraria; realidad (de garrafón) con la que los griegos han chocado frontalmente, al darse de bruces con la, propuesta de,  subida del IVA al 24 por ciento, que afectará a todos los alimentos que no sean frescos, como pasta, arroz, café, dulces, bebidas, zumos, transporte público, restauración y libros, entre otros. Eso, después de haber visto como las pensiones de jubilación (de los griegos) bajaban un 30 por ciento. --¿No querían política de garrafón? – Pues, ahora, dos garrafas.
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En los países serios, la clase política considera mas positivo, para los intereses generales, formar parte de una coalición de gobierno a la “alemana” que de un, hipotético, gobierno provisional (a la rusa de 1917), donde “Podemos” está aplicando –como una gota de agua, a otra gota de agua— las particulares “Tesis de abril” de Pablo Iglesias, que sería el líder del gobierno del Kérenski español, Pedro Sánchez. Las mejoras que necesita la Democracia, solo pueden –planificarse, aprobarse y ejecutarse— con una mayoría parlamentaria que piensen como dijo, Nietzsche: --Solo aquellos que construyen el futuro tienen derecho a juzgar el pasado— La decencia y la cortesía dejan de serlo, cuando se brindan con hipocresía. ¡Pues eso!
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…He dicho!
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*Es Presidente del Instituto Hispano Luso

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