jueves, 24 de noviembre de 2016

El sofisma “del clima climático” en España

*Por Ángel Rico
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Le contaré a usted, respetado lector, que conforme se van desarrollando los acontecimientos estoy más desconcertado con la corresponsabilidad del, actual, Gobierno en aquello que él, entonces, ministro Moratinos calificó como “los problemas del clima climático”.  Si se hace un análisis crítico de lo referido a esta cuestión, podrá observarse como desde el “Tejerin-ismo” se navega al pairo del “gatopardismo medioambiental”, a saber: --El personaje de Tancredi, razona con su tío Frabrizio la frase “si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie” (Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi) en la novela de Lampedusa, “El gatopardo”.  Porque tras la pomposidad y el boato de las grandes declaraciones, en realidad, no hay nada previsto para cumplir los compromisos asumidos.
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En Marrakech, el Gobierno de España se ha comprometido: --como indica el Acuerdo de París, a una reducción de gases de efecto invernadero del 40 por ciento, respecto a los niveles de 1990--, y a uno le viene a la mente aquello de –los hermanos Marx “… y también dos huevos duros”—Y no es que me parezca mal (ni bien) solo que me desconcierta desconocer cómo pretende (este) Gobierno llevar ha cabo sus compromisos vinculantes, en materia de descarbonizar la economía.
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Uno de los recursos del “gatopardismo político” consiste en –delegar en aquellos burócratas que (teóricamente) saben de esto (o de lo otro)— Y, como indica el manual del buen burócrata, lo primero que hacen es “elaborar una hoja de ruta”. En el caso que nos ocupa, los burócratas seleccionados estuvieron los cuatro (4) años de la X Legislatura, más el año subsiguiente de la XI Legislatura (5 años en total) elaborando una “hoja de ruta” de la que finalmente han coincidido que –necesita rehacerse en otra hoja de ruta--, donde se detallen las “metodologías a emplearse”. Sería divertido, si no fuese trágico, el fondo del asunto.
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Por ejemplo, en materia de combustibles renovables y alternativos al, contaminante, “gasóleo” en el sector del Transporte de mercancías por carretera (sector que produce el 36 por ciento de todo el CO2 de la economía nacional); los constructores de hojas de ruta, cuando no se ha generalizado el “biodiésel de primera generación”, recomiendan que lo que la Humanidad necesita es “el biocombustible de segunda generación”; dejando claro que, en ese supuesto, antes de potenciar ese hipotético combustible, se estaría sugiriendo el de “tercera generación”. Es decir, “aparentar que todo cambia para que todo siga igual”.
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Resulta insultante, ahora que tanto se “demagogiza” (perdón por el palabro)  con “la pobreza energética” por parte de los unos y de los otros, que nadie de esos demagogos, denuncien, por ejemplo, el hecho de que: --los contribuyentes aportamos 1000 millones de euros (a fondo perdido) como ayudas oficiales para la construcción de las 40 fábricas de biodiesel que hubo en España; y que la inmensa mayoría nunca (y al decir “nunca” quiero decir “nunca”) llegaron a funcionar—Y, cuando algún proyecto propone poner en funcionamiento alguna de las fábricas que aún están en pié, desde las administraciones implicadas, (central y/o autonómica) en un excesivo y corrosivo escrupulizamiento, dificultan la creación de empleo y que se haga lo que, técnicamente, es posible que sea hecho.
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Llegará el momento en que será evidente que: --en España sea imposible cumplir los compromisos vinculantes, en materia de descarbonización de la economía y, en ese momento, el gobierno buscará “un chivo expiatorio” (que como defiende el profesor Rodríguez Braun, “el mejor amigo del político no es el perro, sino el chivo expiatorio”) y, entonces, se acabará imponiendo a los ciudadanía un (otro) impuesto verde, para –por nuestro bien—ayudar a defendernos de nosotros mismos; de un peligro del que, según el “Tejerin-ismo” somos desconocedores, y que estará ligado a lo que España no conseguirá cumplir, porque no se permite que sea cumplido, dentro de una “economía colaborativa” y, habrá que hacer frente a las sanciones ligadas al no cumplimiento de los, ambiciosos, objetivos acordados por un Gobierno que –no sabe como cumplir los acuerdos asumidos por el mismo Gobierno--. Pero que sigue con sus engolados discursos donde, en el fondo, no hay nada de nada.
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Usted, respetado lector, conoce mi opinión sobre el desempleo en España, donde “los sindicatos y la patronal forman parte del problema”, al tener delegadas, en exclusiva, unas atribuciones que utilizan para mantener su estatus, en lugar de para solucionar los problemas. Algo similar, ocurre con la representación del sector agropecuario; --necesitan (los unos y los otros) tanto a sus representados, que les mantienen en las pésimas situaciones, para que se sepa que ellos, los representantes, son necesarios para denunciar las necesidades de sus representados--; pues en materia de “medio ambiente” igual.  A la hora de la verdad, los encargados oficialistas  de “la hoja de ruta” (gobierne quien gobierne) son “sota, caballo y gallo”, “caballo, sota y gallo” o “gallo, sota y caballo”. Más preocupados de recordarnos –que les necesitamos--, que en aclarar –para qué les necesitamos--.
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España no puede permitirse: --ni mantener una tasa tan alta de desempleo; ni tantas (7,8 millones) hectáreas sin cultivar, cuando agronómicamente es posible;  ni una oficial falacia tan descarada y cara como lo referido al “clima climático”--. Surgiendo la pregunta: --¿Quién gana con la, gatopardiana, política energética y medioambiental?—  Porque no son los contribuyentes, ni el empleo, ni el medio ambiente; siendo de aplicación la sabiduría popular con: --Ni hagas cohecho, ni pierdas derecho—
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…He dicho!
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*Es Presidente del GEA&GEA

Grupo de Empresas Agrarias & Gestión de Energía Agraria

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