miércoles, 21 de agosto de 2013

Conversando con un viejo amigo sobre la realidad del transporte

*Por Ángel Rico
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Le contaré a usted, respetado lector, que unos días atrás mantuve una larga e interesante charla de café con un viejo amigo (por edad y por el mucho tiempo que dura nuestra amistad) ya jubilado y que, en el pasado, me enseñó lo que hay que saber para moverse en la burocrática Bruselas y los organismos satélites. Lo que estuve haciendo durante más de diez años.
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¿Qué opinión le merece, don Felipe,  un importante sector para la economía nacional que día tras día, semana tras semana y, mes tras mes. pierde dinero en el desempeño de su actividad? –Le pregunté. A lo que don Felipe respondió: --Eso se llama milagro, joven amigo. –No, aclaré yo--. Eso se llama “Transporte”--.
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--¿Me está usted diciendo que un sector que aporta el 15 por ciento del PIB nacional, no cubre los gastos que cuesta su actividad? – En efecto –respondí-- los profesionales del transporte de mercancías por carretera se quejan de que las empresas que contratan sus servicios no pagan lo que realmente cuesta realizar su actividad.
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El viejo economista y abogado se quedó pensando unos minutos y volvió a preguntar: --Entonces ¿Por qué no se niegan a realizar esos viajes con pérdidas?—   Porque, si ellos no lo hacen, habrá otros que lo hagan en su lugar— Aclaré.
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Si, pero esos otros camioneros que hagan los trabajos que sus compañeros se negaron a realizar, por ser antieconómicos; en primer lugar, tendrán pérdidas por esos viajes y, en segundo lugar, estarán traicionando al sector con esa actitud-- Sentenció mi interlocutor. --¿Por qué actúan así?
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Yo traté de hacerle ver la visión de la realidad que tienen algunos profesionales, a saber: --Los autónomos del transporte, están tan atrapados en su realidad, que con lo que ganan hoy pagan las deudas, letras del camión, gasóleo, neumáticos, etc., de ayer. En la creencia de que en el momento que paren su actividad, se pararán para siempre; circulando y circulando, a la espera de la llegada de un milagro--. Siendo respondido por el sabio maestro, con la siguiente observación: --Es como el condenado a estar en prisión que además, voluntariamente, paga por seguir en la cárcel. No lo entiendo--
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Volvió a quedarse pensando y tras unos momentos comentó: --Pero si la negativa a realizar trabajos antieconómicos, en el transporte, fuese mayoritaria, la actividad de la economía se resentiría y los interesados en que las mercancías se transportasen, acabarían pagando el precio justo de esa actividad, si el mal está generalizado ¿Por qué no se unen? – Preguntó.
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--Don Felipe, un amigo mío transportista, con experiencia en el sector me dijo en una ocasión que, en una reunión de tres camioneros hay cinco opiniones sobre come resolver el problema-- ¿Opiniones similares? –Inquirió --. No, opiniones distintas – Aclaré.
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-- En ese caso, conseguir “la unión” como instrumento de defensa será imposible, ¿a que esperan? – A que aparezca un “organismo oficial” que les ayude a defender sus derechos—  Respondí.
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--Pero eso es imposible, en una economía global o cada sector hace valer sus derechos, o no habrá nadie que lo haga por ellos. ¿Es que, los transportistas, no son conscientes de esa realidad?— Comento, el viejo maestro. –A lo largo de la Historia, la necesidad es la que ha conseguido unir a la gente. Usted –matizó, dirigiéndose a mí— consiguió, con la unión, unas importantísimas ayudas, en el pasado, para el sector agrario español.
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Sí –respondí--. Ayudas, que en el momento actual, ya considero injustificadas. Por lo que opino, que hoy deberían destinarse al transporte, en lugar de a la agricultura, porque “quien hace posible que los consumidores dispongamos de alimentos cada día en la tienda de la esquina, no son los agricultores que producen alimentos, sino los transportistas que los transportan desde la producción a las zonas de consumo”. En la UE de 28 países, donde no hay fronteras, el lugar que dejen los profesionales nacionales, cuando no puedan ejercer más su actividad, por no defenderse hoy, será ocupado por los de otros países.
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--Y, por cierto –don Felipe— por defender tal posición el pasado mes ante la Comisión Europea en Bruselas, a favor del transporte y en contra de la agricultura tradicional,  he sido declarado “persona non grata” en pueblos agrícolas, por mis antiguos colegas, a propuesta de las cooperativas vinícolas. Pero, hoy la realidad es la que es, a mi juicio, es más inteligente ayudar al transporte del futuro, que a la agricultura del pasado— Le maticé – Resultando sorprendente que tuviera que ser yo, desde el Gea&Gea, quien defendiese esa propuesta en lugar de los componentes del sector del transporte de mercancías por carretera.
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Es la enfermedad que produce el exceso de individualismo, porque cada transportista se cree en posesión de la única verdad, ¡la suya! Esperando que los demás camioneros se sumen a su magnífica idea, en lugar de apoyar, los individualistas, las ideas y propuestas de otros profesionales. Y lo, incomprensible, es -- “qué argumentos darán a sus hijos para convencerles que ellos, los hijos, están condenados a la miseria del futuro, por la genialidad actual de sus padres”--.
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Antes de despedirnos, quedando convocados a otro café conversación, próximamente, don Felipe, sentenció: -- Amigo mío piense que “el futuro es una realidad que se crea, no una realidad que se espera” y cuando hable con sus amigos transportistas recuérdeles aquello que dijo, Oscar Wilde, “La realidad es que los éxitos se los llevan los fuertes y el fracaso los débiles, y eso es todo”—
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…He dicho!
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*Es Presidente del GEA&GEA

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