sábado, 18 de abril de 2015

Una estupidez, dicha por un ecologista, sigue siendo una estupidez

*Por Ángel Rico
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Compartiré con usted, respetado lector, que: --la máxima del ecologismo es “un planeta con la mitad de habitantes”--, lo cual podría parecerme aceptable siempre que hubiera alguien que le dijese a la otra mitad, la que tiene que desaparecer (3.500 millones de personas) que tienen que ser ellos, y no nosotros, quienes tienen que desvanecerse.
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Mientras esto ocurre, la sociedad necesita agua, energía y alimentos, en mayor cantidad que el día anterior; de ahí que sea preciso poner a disposición de los vivos, lo que necesitan para seguir siendo vivos. Esta lógica vital choca frontalmente con el espíritu ecologista, que para ser tenido en cuenta, actúa fomentando la estupidez del “ecoalarmismo”.
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Usted, coincidirá conmigo que, a la hora de una consulta médica, la persona que se interesa por nuestro estado físico y nuestra salud, ha tenido que cursar unos estudios universitarios, un periodo de especialización, para hacerse “docto” en la materia médica. En cambio, a la hora de hablar de “ecología” –que en numerosas ocasiones afectan a vidas y haciendas— basta que aparezca un personaje o una personaja (perdón por la estupidez), con el cabello sin lavar durante tres meses, con predominancia de “rastas” y, al ser posible, embutido en una camiseta colorida, delante del logotipo de un animal salvaje, para que cualquier estupidez, sea asumida por la sociedad, en general y, por la clase política, en particular, como verdadera. Los primeros, porque por comodidad enfermiza, han delegado todo lo relacionado con la “ecología y el medio ambiente” en los modernos y, en demasiados casos, indocumentados “rastafaris” ecologistas; y los políticos, por una falta de principios personales, que les permita disponer de criterios propios, dejándose llevar por el facilón, balanceo del ecologismo predominante.
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La docilitada  sociedad, tiene delante de sí, ejemplos que ilustran la realidad “ecoalarmista”, verbigracia, me explicaré: --Es conocida, la imperiosa necesidad de la sociedad española de disponer de agua dulce en calidad y cantidad suficiente para satisfacer, las exigencias de los tiempos actuales. En su momento se aprobó el Plan Hidrológico Nacional que, entre otras cosas, recogía que el agua del río Ebro, antes de verterse al Mediterráneo, y tras asegurar el necesario cauce ecológico, se trasvasase para satisfacer las necesidades del centro y sur peninsular--. Los “ecoalarmistas” se opusieron al sentido común, y el gobierno de entonces acordó; ¡atención! –que el agua dulce del Ebro, se vertiese al Mediterráneo, y una vez mezclada con el agua salada, extraerla del mar y mediante “desaladoras” volverla a convertir en agua dulce--. Obviamente, semejante, estupidez no se ha podido convertir en realidad, encontrándonos con que el agua dulce se sigue perdiendo en el mar, mientras el levante sigue perdiendo posibilidades de creación de riqueza y de puestos de trabajo.
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Con similares estupideces, tenemos que convivir diariamente, cuando hablamos de energía. España es uno de los países mas “energético dependientes de Occidente” y cuando existen alternativas para obtener hidrocarburos, como el “fracking”, en zonas rurales deprimidas, los ecoalarmistas, levantan la bandera de la estupidez para oponerse a las posibilidades que ofrecen esta técnica de obtención de energía. Recordándonos aquellos malos augurios que los “estúpido alarmistas” de los inicios de la “Revolución Industrial” que --vieron en el ferrocarril un gran peligro, incluso mortal. Desde la Real Academia de Ciencias Británica, se sugirió que “a unas velocidades superiores a los 40 kilómetros por hora, los pasajeros se asfixiarían, se volverían ciegos y el ganado enloquecería. Temiéndose, también, la destrucción de las tierras de cultivo.
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Por si estos ejemplos no fueran suficientes, nos encontramos con la oposición a las posibilidades que ofrece la “ingeniería genética” para producir alimentos, susceptibles de cultivarse en los diferentes territorios del planeta. Surgiendo la “liga de los opositores transgénicos” que, con una evidente falta de ilustración, permiten que decenas de miles de personas mueran cada año en el mundo por la imposibilidad de tener cultivos adaptados agronómicamente a sus territorios. Desconociendo que, con esa mentalidad no se habría podido, por ejemplo, combatir la filoxera que atacó los viñedos europeos en 1800; porque ¿qué otra cosa, sino “ingeniería genética”, fue reponer viñedos sobre portainjertos americanos? (Un sarmiento americano, sobre el que se injerta otra variedad de vid europea). Salvando las distancias, similar filosofía es la que pretenden los cultivos “transgénicos”.
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Le contaré a usted, respetado lector, que en una ocasión tuve la oportunidad de compartir una mesa redonda, en Portugal, con un responsable gubernamental de Mozambique y un representante ecologista; la intervención del mozambiqueño se limitó a exponer cientos de fotos de niños hambrientos, a quienes se les caían los ojos de las órbitas, planteando una pregunta ¿debemos dejar que nuestros niños mueran de hambre, o debemos utilizar la posibilidad de nuevos cultivos para combatir el hambre? La intervención ecologista se resumió en: --si, de hambre tienen que morir, que mueran porque ese coste será admisible por la humanidad, antes que introducir el diablo de los cultivos transgénicos--. Mi intervención se limitó a preguntar, ¿por qué el ecologista, (--insulino-dependiente-- según propia confesión) debería tener el derecho a seguir viviendo gracias a, productos transgénicos, y los niños de Mozambique, no?
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Uno de los últimos ejemplos de “estupidez” –porque, como decía Albert Camus,  la estupidez insiste siempre-- es la obstrucción “ecoalarmista” a la “Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión” (TTIP) que tiene a los alarmistas abanderando la oposición a las posibilidades de un acuerdo comercial entre Europa y Estados Unidos, que con tal de impedir que en Europa entren productos norteamericanos, lo que está consiguiendo, en realidad, es que en Estados Unidos se dificulten la entrada de productos agropecuarios como “vino, aceite, queso, ajos, jamón, etc”. Lo que demuestra que: -- El Ecologismo es un juguete con el que solo pueden jugar los niños ricos--. Realidad que deben recordar los agricultores de zonas rurales deprimidas que encuentran dificultades para exportar sus productos.
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La sociedad actual debe tener presente la máxima utilizada por la colectividad científica: --Las propuestas (o amenazas) extraordinarias, requieren pruebas extraordinarias--.
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Ante esta realidad, recordemos lo que dijo Averroes: --Cuatro cosas no pueden ser escondidas durante largo tiempo: la ciencia, la estupidez, la riqueza y la pobreza—Y, cuando tengamos delante a un “enrastado” que con su letanía ecologista, nos amenaza con nuevos males, tengamos presente que, “en vez de limpiar su propio corazón, el fanático (ecoalarmista) trata de limpiar el mundo”, lo que nos lleva a, Campbell: --Debemos estar dispuestos a renunciar a la vida que habíamos planeado, para poder vivir la vida que nos espera--. Por lo que habrá que concluir que, --una estupidez, dicha por un ecologista, sigue siendo una estupidez-- Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis.
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…He dicho!
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*Es Presidente del Instituto Hispano Luso

1 comentario:

  1. http://elrobotpescador.com/2014/10/29/asi-pretenden-reducir-la-poblacion-mundial/

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