sábado, 22 de octubre de 2011

A S.A.R el Príncipe de Asturias, de Gerona y de Viana, Duque de Montblanch, Conde de Cervera y Señor de Balaguer

*Por Ángel Rico

Señor

Las palabras de un Príncipe son del máximo interés para los ciudadanos que, por ser tal, le deben pleitesía. De ahí que Vuestras palabras, Señor, en el discurso de entrega de los Premios “Príncipe de Asturias” me hayan causado zozobra. Por ello, con el debido respeto, desde mi condición de ciudadano y haciendo uso de la Libertad de Expresión, me dirijo a Vuestra Alteza.

Iniciasteis Vuestro discurso con las palabras siguientes: “Ayer conocimos que quienes han martirizado durante tantos años a la sociedad española con su violencia terrorista asumen su derrota. Es, desde luego, una buena noticia” Y surgen las preguntas, ¿una buena noticia?, ¿Para quién?, ¿Para Vos, Señor? ¿Para quiénes fueron muertos por los terroristas?, ¿Para las víctimas del terrorismo? ó ¿Para el candidato del PSOE?. Porque de la lectura pausada de la comunicación de los terroristas, los ciudadanos normales no podemos llegar a la conclusión de qué es una buena noticia.

¿Debemos alegrarnos que quiénes mataron a casi mil ciudadanos nos digan ahora que: “han decidido el cese definitivo de su actividad armada, instando a los gobiernos de España y de Francia a abrir un proceso de diálogo que consiga la resolución de las consecuencias del conflicto”? Es decir, los terroristas han manifestado en un comunicado, que siguen demandando los mismos objetivos que pedían cuando causaron el primer, segundo, quincuagésimo quinto, o cuadringentésimo nonagésimo nono (499) muerto. Los terroristas dejan momentáneamente las pistolas, a cambio de que se les conceda lo que pidieron siempre. ¿Debemos estar alegres, Señor?

O dicho de otra forma si, hipotéticamente, un grupo de contribuyentes, con la fuerza moral que les da ser quienes pagan, mediante impuestos, la fiesta de la cosa pública, para reivindicar el cambio del Título II de la Constitución Española, e introducir la república como forma del Estado, fuesen poniendo muertos sobre la mesa y al llegar a mil, hiciesen público un comunicado donde dijesen que: “han decidido el cese definitivo de su actividad armada, instando al gobierno de España a abrir un proceso de diálogo que consiga la resolución de las consecuencias del conflicto (a saber, introducir la república frente a la monarquía)”. ¿Vos, Señor, lo consideraríais una buena noticia?. Os debo confesar, que yo no, porque los terroristas siguen estando ahí, no se han disuelto, no han entregado las armas, ni han desistido de sus peticiones imposibles.

Cuando acabe la ceremonia de onanismo colectivo, los ciudadanos normales considerarán previsible, que los mismos terroristas que ya declararon once treguas anteriores y volvieron a matar: -- que si no consiguen, por la vía política, lo que no podrán conseguir de un Estado de Derecho que se respete a sí mismo, volverán a poner muertos sobre la mesa. Y: --que esos previsibles muertos, ya sean ciudadanos civiles, o miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, contarían, con toda certeza, con menores garantías de seguridad personal, que Vos, Señor.

Por tanto, “con el inmenso cariño y respeto hacia las víctimas” al que aludisteis en Vuestro discurso, reitero mi zozobra. No entiendo por qué esa falta de perspectiva histórica en Vuestras palabras, tras la escenificación, primero, del aquelarre de San Sebastian, culminado por el comunicado de los que, siendo terroristas, no han informado fehacientemente su voluntad de dejar de serlo.

Para evitar el efecto negativo que tienen los aduladores, Maquiavelo aconseja al "príncipe" que haga ver a quienes le rodean que no está mal que le digan la verdad, que él no se enojará por eso. Sin embargo, esto tiene un problema. Si todos le dicen la verdad al príncipe, entonces le estarán faltando al respeto, y un gobernante que no goza del respeto de sus súbditos es un príncipe débil a los ojos de los demás. Los débiles que no se ganan el respeto de los demás no pueden ser gobernantes. Sin embargo, también hay que tener presente lo que dijo, Lajos Kossutb: “—La neutralidad, como principio inmutable, es una prueba de debilidad”.

Con enorme atrevimiento y respeto me permito, por una parte como moraleja recordaros, Señor, el cuento de “El rey desnudo” cuando: --Llega el día de la gran fiesta y el rey aparece en público, desnudo. Nadie quería ser necio y todos le aplauden hasta que destaca la voz de un niño que grita ¡pero si el rey va desnudo!--. Y por otra parte, os recuerdo lo que nos dijo Giuseppe Mazzini: “--Las promesas son olvidadas por los príncipes, nunca por el pueblo

In memoriam del Rey Carlos I, ruego a Dios que os ampare de su mano, enderece y guíe vuestros deseos a su servicio, para bien reinar y gobernar, y finalmente alcanzar la gloria. Con mi respeto.

…He dicho!

*Es Presidente del Instituto Hispano, Luso, Argentino, Brasileño

No hay comentarios:

Publicar un comentario