domingo, 22 de agosto de 2010

El alma de las piedras

Por Ángel Rico*
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La Historia nos enseña que desde siempre el ser humano se ha relacionado con las piedras. Sin retrotraernos a Altamira (Cantabria) y las pinturas en las piedras de la cueva, conocemos por el Testamento Primero (el Antiguo) o en las Escrituras Hebreas, como a los israelitas que salieron de Egipto, les fueron confiadas las Piedras de la Ley, en el Monte Sinaí. También conocemos como los egipcios, los primeros, los cultos, nos comunicaron su vida cotidiana en relatos jeroglíficos en piedras, que hoy se pueden analizar en numerosos museos y universidades. De igual forma conocemos el protagonismo de la piedra de Fenicia en la construcción del Templo que construyó Salomón en Jerusalén, para albergar el Arca de la Alianza. (970 a.C – 930 a.C) En el hoy llamado, Monte del Templo. Templo destruido posteriormente por Nabuconodosor, el Babilonio, en el año 586 a.C.
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De igual forma, según Flavio Josefo, las piedras fueron protagonistas de la construcción del II Templo en Jerusalén, restaurado por Herodes, y vuelto a destruir por Tito en el año 70 d.C.
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En el mismo año 70, las piedras toman protagonismo en la construcción del Coliseo de Roma, para reemplazar al anfiteatro quemado durante el incendio del 64.
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Las piedras formaron parte del legado romano, donde tanto en las calzadas que aún se conservan, como en numerosos puentes y acueductos, nos demuestran el conocimiento y el tratamiento de las piedras, desde la perfección del arco de medio punto, y la vital importancia de la “piedra clave”, hasta la colaboración necesaria de los contrafuertes y arbotantes. La definitiva conquista de Hispania (toma de Numancia, 133 a. C.) y la ocupación de la Galia del sur, que, convertida en la provincia Narbonense, permitió la unión terrestre de Hispania con Roma por la Vía Domitia.
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Los griegos trataron la piedra, diseñando las columnas “jónicas”, “dóricas” y “corintias”. Donde el diseño de la piedra forma parte de la Historia. Y el Partenón de Atenas es testigo directo de ello.
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Y las esculturas de David, de Moisés y de la Pietat, nos muestran como Michelangelo di Lodovico Buonarroti, legó su alma en, lo que inicialmente eran solo unas piedras, para que sigan hablándonos hoy día.
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En la Europa judeo cristiana, se utilizaron piedras para construir catedrales, ahí tenemos la de Aquisgrán en Alemania, por indicación de Carlomagno, en el S.VIII, dejándonos toda la esencia del arte Carolíngio. O la catedral de Colonia, con su estilo neogótico y el edificio más alto del mundo, hasta 1884 y la segunda más grande del mundo, tras la de Sevilla. Tampoco podemos pasar por alto las de Burgos, León y Toledo, en España ó la de Notre-Dame, en Paris (entre otras muchas similares).
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En los siglos V y VI, en la Ruta de la Seda, en el valle de Bämiyän, en Afganistán interior, que unía las caravanas que viajaban de India a China, las piedras sirvieron para construir dos monumentales estatuas de Buda, combinando el arte grego-budista, con unas dimensiones de 55 y 37 metros. Su belleza y su historia sirvieron para que la UNESCO los declarase Patrimonio de la Humanidad, ya que habían sobrevivido intactos durante 1500 años.
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Así hay numerosos ejemplos en el mundo de piedras con alma y con historia propia. Hasta que el analfabetismo generalizado, que provoca temor y esclavitud, de los talibanes intransigentes decretaron la destrucción de los Budas de Bamiyan, que fueron destruidos en 2001, por ser contrarios al Corán. Siendo en realidad un ataque a la cultura y a la libertad del ser humano. La dinamita sirvió para convertir las maravillosas esculturas de piedra, en otras muchas piedra de menor tamaño.
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¿Y cual es el resultado de la suma de analfabetismo generalizado, el Corán, y la intransigencia?. El islamismo esclavizante, con un Código Penal que se aplica en Irán, Afganistán, Irak, Yemen, Mali, Somalia, Paquistán, Turquía y Hamastán, por ejemplo. Y donde en los artículos 102 y 104 se indica, que en las condenas a muerte por lapidación, se entierre hasta la cintura a los hombres y hasta el pecho a las mujeres y, se arrojen piedras, donde estas (las piedras) no sean demasiado pequeñas, que no produzcan daño, ni demasiado grandes, para provocar la muerte de forma rápida.
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Es decir, en cada momento y cada cultura se ha transmitido a las piedras el alma de los pueblos que las trataron. En unos casos para crear cultura y en otros para producir la muerte a personas, a quienes se mantiene en el analfabetismo, la opresión y la tiranía, bajo la amenaza de que lo dice el Corán.
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Que cada cual saque sus propias conclusiones. Al fin y al cabo, las piedras son solo piedras. Es su alma la que las hace diferente.
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…He dicho!
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* Es Presidente del Instituto Hispano Luso Argentino Brasileño

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