sábado, 9 de febrero de 2013

Yo acuso a la prensa, por su ética maleable


*Por Ángel Rico
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En las democracias avanzadas la prensa desempeña un importante papel social, de ahí que se la denomine “Cuarto Poder” por el control que realiza del Ejecutivo, del Legislativo y del Judicial, los otros poderes participantes en la cosa pública. Y de tanto coquetear con los demás poderes, sin que haya ningún otro que controle las acciones y omisiones de este poder, la prensa está demostrando que necesita una revisión de su propia ética.
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Estamos viendo en programas de radio y televisión, numerosas tertulias de análisis político donde se denuncian las actuaciones, presuntamente, delictivas y corruptas, de este y aquel político. Las críticas sobre determinadas actuaciones políticas y los mensajes moralizadores, son las señas de identidad de los tertulianos, en general y de los medios informativos, en particular.
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Hasta que al dar paso a la publicidad, el moderador de la moralizante tertulia nos ofrece, por ejemplo –un detector de radares que permitirá no ser sancionado al circular a mayor velocidad de la fijada para ese tramo de la vía--, incluso en esos mismos medios moralizantes, se permiten ridiculizar a Antoine Lavoisier y su ley de la conservación de la materia, a saber: --la materia ni se crea, ni se destruye, solo se transforma— publicitando un artilugio que colocado en la tubería del agua  hace desaparecer, por el arte del birlí birloque, la cal –(Ca (OH)2)-- contenida en el líquido elemento. Y otros productos comercializados, como los reductores de cintura; antiarrugas; crece pelo, etc. Esta práctica informativa, también es corrupta.
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El DRAE nos dice que: --la “publicidad” es el conjunto de medios que se emplean para divulgar o extender la noticia de la cosa o de los hechos--. Y la publicidad formal informa de hechos verídicos. Pero en demasiados medios de información utilizan, en el mismo programa, moralina “savonaroliana” y la magia publicitaria que contradice los hechos científicos, sin ningún sonrojo, ni pudor por parte de los participantes, lo que elimina la, posible, fuerza moral que pudieran tener los participantes.
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Estos hechos, que podrían pasar como anecdóticos, en realidad dejan de manifiesto la doble (o triple) moral de demasiados comunicadores, que señalan actitudes reprobables en los demás, mientras admiten publicitar productos con características imposibles y, por tanto, fraudulentas. Quien acepta recibir dinero del engaño publicitario para mantener un programa de radio o televisión, --o para participar en esos programas-- previsiblemente, admitirían actuar de forma similar a los políticos a quienes afean sus actitudes. Como dijo Voltaire: --“Quienes creen que el dinero lo hace todo terminan haciendo todo por dinero”--.
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Y aquí está el quid de la cuestión, los periodistas y los medios se dividen hoy entre “los que estarán a favor” –digan, lo que digan los datos— y “los que estarán en contra” –digan, lo que digan los datos--. Y en relación al Gobierno de España, son innumerables los ejemplos, donde los “Encinas, Cintora-s y Martín, etc” que siempre irán a --piñón fijo en contra-- y los “Marhuendas y  Ni-Nis” que siempre irán a --piñón fijo a favor--. Aunque los datos existentes aconsejasen –en ocasiones-- reconsiderar las posturas políticas prefijadas por los unos y los otros.
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También existen grupos multimedia de comunicación que, al mismo tiempo y sobre el mismo asunto, están “a favor y en contra” como ocurre con el “Grupo Antena 3 donde, unas cabeceras opinan “sin discusión blanco” y otras opinan “sin discusión negro”. Quedando demostrado que: --lo menos importante es la verdad--, al defender  una tesis y su contraria. Poniendo en práctica aquello de –no dejar que los datos echen a perder el titular más conveniente--. Lo que no es ético, ni estético. Porque, dependiendo de lo que, el sistema, les ofrezca defienden una cosa u otra. –Dime cuanta publicidad me adjudicas, y te diré mi opinión sobre tu gobierno--. Por lo que es conveniente, poner en tela de juicio las informaciones de tan maleables “testigos de la actualidad”.
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En la Historia se conocen ejemplos de testigos  que declararon aquello con lo que más beneficios obtendrían; ahí está el caso de la testificación del –traidor Richard Rich en el juicio a Tomas Moro, en julio de 1535— al poner de manifiesto, no la verdad, sino lo que más convenía a los intereses de Enrique VIII y como recompensa, a sí mismo.  Como hoy ocurre, con el tratamiento que  la mayoría de los medios dan a según qué noticias. Ningún medio de comunicación informará con profusión sobre verdades que afecten a los intereses de aquellas empresas que patrocinan, por ejemplo, “El tiempo” y menos si esas empresas se dedican a la energía.
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Y así, omisión a omisión, aquellas empresas engordan sus cuentas de resultados, a costa de empobrecer a los ciudadanos. Por lo que –Yo acuso, esas argucias que sirven para modificar, unas veces la verdad, y otras, el razonable precio de las cosas--. Ocultando, por ejemplo, que “la prensa” es el sector que más deudas tiene con el Estado, tanto a la Hacienda Pública, como a la Seguridad Social. La verdad es la verdad ¡caiga quien caiga!
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Parafraseando a Zola, --Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los Tribunales y que me juzguen públicamente. Así lo espero--.
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…He dicho!
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*Es Presidente del Instituto Hispano Luso

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