*Por Ángel Rico
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En las democracias avanzadas
la prensa desempeña un importante papel social, de ahí que se la denomine “Cuarto Poder” por el control que
realiza del Ejecutivo, del Legislativo y del Judicial, los otros poderes participantes en la cosa pública. Y de
tanto coquetear con los demás poderes, sin que haya ningún otro que controle
las acciones y omisiones de este poder, la prensa está demostrando que necesita
una revisión de su propia ética.
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Estamos viendo en programas de
radio y televisión, numerosas tertulias de análisis político donde se denuncian
las actuaciones, presuntamente, delictivas y corruptas, de este y aquel
político. Las críticas sobre determinadas actuaciones políticas y los mensajes
moralizadores, son las señas de identidad de los tertulianos, en general y de
los medios informativos, en particular.
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Hasta que al dar paso a la
publicidad, el moderador de la moralizante tertulia nos ofrece, por ejemplo –un
detector de radares que permitirá no ser sancionado al circular a mayor
velocidad de la fijada para ese tramo de la vía--, incluso en esos mismos
medios moralizantes, se permiten ridiculizar a Antoine Lavoisier y su ley de la conservación de la materia, a
saber: --la materia ni se crea, ni se destruye, solo se transforma—
publicitando un artilugio que colocado en la tubería del agua hace desaparecer, por el arte del birlí birloque, la cal –(Ca (OH)2)--
contenida en el líquido elemento. Y otros productos comercializados, como los
reductores de cintura; antiarrugas; crece pelo, etc. Esta práctica informativa,
también es corrupta.
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El DRAE nos dice que: --la “publicidad” es el conjunto de medios que
se emplean para divulgar o extender la noticia de la cosa o de los hechos--. Y
la publicidad formal informa de hechos verídicos. Pero en demasiados medios de
información utilizan, en el mismo programa, moralina “savonaroliana” y la magia publicitaria que contradice los hechos
científicos, sin ningún sonrojo, ni pudor por parte de los participantes, lo
que elimina la, posible, fuerza moral que pudieran tener los participantes.
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Estos hechos, que podrían
pasar como anecdóticos, en realidad dejan de manifiesto la doble (o triple) moral de demasiados
comunicadores, que señalan actitudes reprobables en los demás, mientras admiten
publicitar productos con características imposibles y, por tanto, fraudulentas.
Quien acepta recibir dinero del engaño publicitario para mantener un programa
de radio o televisión, --o para participar en esos programas-- previsiblemente,
admitirían actuar de forma similar a los políticos a quienes afean sus
actitudes. Como dijo Voltaire: --“Quienes creen que el dinero lo hace todo
terminan haciendo todo por dinero”--.
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Y aquí está el quid de la cuestión, los periodistas y
los medios se dividen hoy entre “los que estarán a favor” –digan, lo que digan
los datos— y “los que estarán en contra” –digan, lo que digan los datos--. Y en
relación al Gobierno de España, son
innumerables los ejemplos, donde los “Encinas, Cintora-s y Martín,
etc” que siempre irán a --piñón fijo en contra-- y los “Marhuendas
y Ni-Nis” que siempre irán a
--piñón fijo a favor--. Aunque los datos existentes aconsejasen –en ocasiones--
reconsiderar las posturas políticas prefijadas por los unos y los otros.
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También existen grupos
multimedia de comunicación que, al mismo tiempo y sobre el mismo asunto, están
“a favor y en contra” como ocurre con el “Grupo
Antena 3” donde,
unas cabeceras opinan “sin discusión blanco” y otras opinan “sin discusión
negro”. Quedando demostrado que: --lo menos importante es la verdad--, al
defender una tesis y su contraria.
Poniendo en práctica aquello de –no dejar que los datos echen a perder el
titular más conveniente--. Lo que no es ético, ni estético. Porque, dependiendo
de lo que, el sistema, les ofrezca defienden una cosa u otra. –Dime cuanta
publicidad me adjudicas, y te diré mi opinión sobre tu gobierno--. Por lo que
es conveniente, poner en tela de juicio las informaciones de tan maleables
“testigos de la actualidad”.
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En la Historia
se conocen ejemplos de testigos que
declararon aquello con lo que más beneficios obtendrían; ahí está el caso de la
testificación del –traidor Richard Rich
en el juicio a Tomas Moro, en julio
de 1535— al poner de manifiesto, no la verdad, sino lo que más convenía a los
intereses de Enrique VIII y como
recompensa, a sí mismo. Como hoy ocurre,
con el tratamiento que la mayoría de los
medios dan a según qué noticias. Ningún medio de comunicación informará con
profusión sobre verdades que afecten a los intereses de aquellas empresas que
patrocinan, por ejemplo, “El tiempo” y menos si esas empresas se dedican a la
energía.
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Y así, omisión a omisión,
aquellas empresas engordan sus cuentas de resultados, a costa de empobrecer a
los ciudadanos. Por lo que –Yo acuso, esas argucias que sirven para modificar,
unas veces la verdad, y otras, el razonable precio de las cosas--. Ocultando,
por ejemplo, que “la prensa” es el sector que más deudas tiene con el Estado, tanto a la Hacienda Pública , como a la Seguridad Social. La verdad es
la verdad ¡caiga quien caiga!
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Parafraseando a Zola, --Mi ardiente protesta no es más que un grito
de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los Tribunales y que me juzguen
públicamente. Así lo espero--.
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…He dicho!
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*Es Presidente del Instituto Hispano Luso
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