jueves, 21 de agosto de 2014

¿Qué será lo siguiente?

*Por Ángel Rico
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La ciudadanía se pregunta: --¿Qué soberanía tiene un Estado que permite, de facto, que una parte del Estado ridiculice a la totalidad del propio Estado?--  Se podrá replicar que, en el caso de Cataluña, son los políticos quienes están permitiendo que sea así una realidad que deja perplejos a los ciudadanos de bien. Y tendrá razón dicha réplica; pero no porque sean los políticos quienes ridiculicen al Estado, es menos insultante la situación donde el Estado no es respetado por una parte de sí mismo.
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El colapso moral que, con esta situación, España presenta al mundo civilizado, es sonrojante, cuando el Estado de Derecho acaba siendo, de hecho, inexistente porque el Estado, en Cataluña, incumple las sentencias de los tribunales y la propia Constitución, que sirvió para dar estatus jurídico al gobierno autonómico y al representante del Estado en ese territorio. Esa dinámica de gobernar es delictiva, en cualquier otra parte de Occidente, y discriminatoria, al demostrar que, en España, todos no somos iguales ante la Ley. Resultando peligroso que, debido a la costumbre, del incumplimiento de la Ley, nos hayamos vuelto insensibles, dentro del imperio de “Nadie” que es lo que realmente representa la forma de administración política conocida con el nombre de burocracia de las autonomías. Si el Gobierno de España, empieza por admitir esos delitos ¿qué será lo siguiente que admitirá?
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Esa forma de actuar políticamente, es merecedora de un castigo por parte del Estado de Derecho, porque el castigo es necesario “para defender el honor y la autoridad de aquellos (los españoles) a quiénes el delito ha lesionado, y para que la ausencia de castigo no nos degrade mayormente”. Es propio de la historia de la naturaleza humana que todo acto ilícito ejecutado una vez y –permitido por el Estado— será una posibilidad que se volverá a repetir en otros territorios. Por ello la reacción de castigo del Estado debe estar dotada del suficiente poder de ejemplaridad para impedir que, por ejemplo, el delito de sedición, vuelva a ser cometido por otros.
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Es obligado recordar el artículo 14, de la Constitución: --Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social--. Junto con los artículos 20.1:-- Libertad de Expresión, donde se reconocen y protegen los derechos, a  expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. Incluyendo, la rotulación en español de establecimientos comerciales. Si algún derecho hay que una sociedad democrática aprecie por encima de todos los demás es la libertad de expresión. La función de la expresión es librar a los hombres de la esclavitud de los temores irracionales, que se sienten en Cataluña. 138.2: -- Las diferencias entre los Estatutos de las distintas Comunidades Autónomas no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos o sociales—y el 139.1: --Todos los españoles tienen los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio del Estado--. Pero cuando es el Gobierno de España quien, por negligencia, permite una insultante desigualdad ¿qué procede hacer?
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¿Dónde quedó aquello de: “Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social  justo. Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio  de la Ley como expresión de la voluntad popular”?  Si hay algo claro en el concepto constitucional del Pueblo, es que ningún gobernante o funcionario, alto o modesto, puede dictar lo que debe ser la ortodoxia ante la Ley. No podemos concebir ahora circunstancia alguna que justifique hacer una excepción a este principio. La Constitución y las leyes necesitan que alguien las haga cumplir, alguien que diga: esto es un comportamiento inaceptable ya sea respecto de un ciudadano civil, o de un representante del Estado. Ni la democracia ni los derechos del Pueblo pueden sobrevivir sin el profundo apego de toda la población a unos principios básicos, respecto de la propia Constitución, las leyes y el cumplimiento de las sentencias de los tribunales de justicia. El hecho es que a veces debemos tomar decisiones que no nos agradan, las tomamos porque son correctas en el sentido de que la Ley y la Constitución, tal como las concebimos, imponen ese resultado. Y es tan grande nuestro compromiso con el proceso que, no nos detenemos a expresar nuestro disgusto por el resultado, tal vez por temor de socavar el preciado principio que dicta esa decisión.   En general, el Pueblo español se está comportando magníficamente; solo sus representantes están fallando.
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Toda la demás retórica política carece de importancia, si se incumplen los principios que dan soporte a una sociedad democrática, dentro de un Estado de Derecho. Los partidos mayoritarios, deben ser conscientes que, como dijo Einstein: --“Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera”--. Estamos en el momento donde para el Pueblo –no habrá cosa más triste que un buen consejo acompañado por un mal ejemplo--; aquellos casos donde en los programas electorales de los partidos políticos se defiende un principio, y a la hora de la verdad se está contra ese principio, muestran que para los políticos actuales, la política es como el juego del “Monopoly” es decir, --un juego de cómo mantenerse en el sillón, dando igual el gobierno que la oposición--. Cuando se empieza por permitir, de facto, que se incumplan las leyes en una parte de la Nación; y “erre que ere” se sufre miopía política ante lo que han birlado de las arcas públicas el partido y el sindicato hermano, en otra parte del territorio, cabría aplicarse aquello que dijo, Abraham Lincoln: --“Hay momentos en la vida de todo político, en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios”--, llámese el político, Mariano, Pedro, Arturo, Susana o María Dolores.
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…He dicho!
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*Es Presidente del Instituto Hispano Luso

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