sábado, 30 de agosto de 2014

Necesidad de la reforma y contrarreforma política, en el presente

*Por Ángel Rico
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Decían los clásicos que: --El mejor profeta del futuro es el pasado”—y si analizamos la Historia nos encontramos con hechos que nos deberían hacer recapacitar sobre lo que puede ocurrir si tomamos como modelo el pasado, como es el caso de “la Reforma Protestante” del siglo XVI, donde los representantes del mayor poder de entonces, --la Iglesia--, se movían en lo que podría denominarse como –corrupción lícita--. Aquella “Reforma” no sólo la provocó  un deterioro considerable de las estructuras eclesiales sino, también, un panorama de profunda crisis espiritual, donde el ejemplo más claro de aquella “corrupción lícita” fue el papa Alejandro VI, Rodrigo Borgia, (fue el Papa  214 de la Iglesia Católica, entre 1492 y 1503) y uno de los sacerdotes más corruptos de la Iglesia Católica.
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Durante gran parte del siglo XIV y comienzos del XV, había una creciente corrupción y secularización de la Iglesia (que se traducían en la venta y acumulación de cargos eclesiásticos, enriquecimiento de la corte papal y el alto clero, como cardenales, obispos, abades, etc.). Es indicador el ejemplo de  Johann Tetzel, el dominico que predicaba las indulgencias en la diócesis de Mainz (capital de Renania-Palatinado, en Alemania) que tenía su “publicidad  motivadora”: --“Tan pronto como una moneda suena en el cofre, un alma del purgatorio es liberada”--. Algo así como las comisiones políticas pagadas en el corrupto sistema político actual.
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Aquel emponzoñado sistema político-religioso, ocasionó la aparición de los tres reformadores: --Lutero, en Alemania (1483-1546); Zuinglio, en Suiza (1484-1531); y Calvino, en Francia (1509-1564)—que pusieron a la Iglesia Católica, en general, y a sus representantes, en particular, frente a sus propias incoherencias. La simple exposición de dichas incongruencias, entre lo que la Iglesia predicaba y lo que la Iglesia hacía, fue suficiente para que los asustados fieles se rebelasen contra la institución.
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La Reforma fue una gran revolución religiosa que rompió la unidad cristiana en Europa occidental y creó, al lado de la Iglesia Católica romana, otras confesiones cristianas, tales como la Iglesia Luterana, la Iglesia Calvinista y la Iglesia Anglicana, conocidas en la actualidad con el nombre genérico de Iglesias Protestantes.
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Este paseo por la Historia está motivado porque el descontento de, gran parte, de la sociedad actual con relación a la “clase política” es similar a la de antaño con respecto a la Iglesia. La ciudadanía civil, está comprobando el distanciamiento entre lo que le preocupa a la sociedad y las actividades de los políticos. Ese distanciamiento que puede concretarse en: --los reiterados casos de corrupción y de nepotismo; en el incumplimiento, como en el caso del PP en España, de casi la totalidad de su programa electoral; y de los ejemplos de miopía política, como en el PSOE de Pedro Sánchez, para admitir que: --en el PSOE de Andalucía hubo corrupción en el caso de los EREs, así como en las ayudas a la formación a sindicatos y patronal--.
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Son insultantes los ejemplos de decir una cosa y hacer la contraria, como en el caso del Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, que en la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados, el 25 de enero de 2012, entre otras cosas, dijo: -- No podemos seguir con una imagen en la que la división de poderes que consagra nuestra Constitución está, a efectos del ciudadano, absolutamente vulneradas como consecuencia de la extensión de la lucha partidista a la configuración de los órganos de gobierno de uno de los poderes del Estado. No es eso señorías lo que quiso el legislador constituyente. No es eso lo que nos manda nuestra Constitución y es un error  que estamos obligados a corregir y tenemos que empezar,  lo digo con rotundidad y desde el principio para acabar  con esa politización y con esa percepción de politización que tienen los españoles, con la modificación del sistema de elección de los vocales del Consejo General del Poder Judicial. Tenemos que ir al espíritu de la Constitución y tenemos por lo tanto que dejar bien claro que la voluntad del Gobierno, como ya ocurrió en los primeros tiempos de funcionamiento del consejo, es que doce de sus veinte miembros sean elegidos entre y por los jueces y magistrados de todas las categorías. Y les digo más, si queremos de verdad acabar con la politización, tenemos también la obligación de que los ocho miembros que habrá que designar este Parlamento –y hago extensiva esta reflexión a otros órganos constitucionales del Estado—no sigan siendo parte de un sistema partidario de reparto de cuotas. No es eso lo que quiso el legislador constituyente— (Sic) Y a la hora de la verdad, este ministro haciendo lo contrario de lo que prometió, ha conseguido que la Justicia en España sea la menos independiente que se recuerda en la Historia contemporánea.
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Cuando, de facto, no hay  Estado de Derecho: --Imperio de la Ley; Separación de poderes; Derechos Fundamentales; Sistema de responsabilidades; Control jurisdiccional de la legislación; y donde el órgano judicial debe respetar el debido proceso--, y desde la clase política se admite una cierta “corrupción lícita” los ciudadanos acaban apoyando, como medio de descongestión, a partidos extremistas que su único proyecto filosófico consiste en decir --que están mal, las cosas que están mal--.
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Ahí están los casos: --en Francia, del Frente Nacional, liderado por Marine Le Pen; Amanecer Dorado de Grecia considerado fascista; el Partido de la Libertad de Holanda, declaradamente xenófobo; el Movimiento 5 Estrellas de Italia (M5S); el anti-euro Allianz für Deutschland, de Alemania;  o el de centro derecha UKIP, el Partido de Independencia del Reino Unido, que quiere a UK fuera de la UE; y Podemos en España, que se ha caracterizado por decir a los ciudadanos indignados aquellos que estos quieren oír, y que se sitúa en la extrema izquierda cubano-bolivariana--.
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Un análisis objetivo de los votantes de estos partidos situados en los extremos, indica que: --el común denominador de los votantes es el cabreo con el sistema actual--. Cuando, por ejemplo, al partido de extrema derecha, Frente Nacional de Marine Le Pen, en Francia tiene un apoyo del 53 por ciento de los trabajadores de la industria, que históricamente votaban a partidos de izquierda. Y, en España, una gran parte de los apoyos del comunista Podemos, provienen de empresarios autónomos que en el pasado apoyaron a partidos de centro izquierda y/o centro derecha.
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Por todo lo anterior, los partidos políticos que en alguna ocasión se movieron por el terreno de  la sensatez, deben renacer de sus cenizas, para dar más importancia a los ciudadanos que al mantenimiento en lo que, sin error, puede denominarse “casta política”. Ese objetivo solo se conseguirá democratizando la elección de candidatos, mediante elecciones primarias, por parte de los simpatizantes, para evitar que la experiencia en el halago a los encargados de confeccionar las listas electorales, tenga más peso que la valía, el trabajo y la cercanía con los electores. Y, también se hace necesario las candidaturas abiertas, para que sean los electores quienes valoren o castiguen a los candidatos en cada proceso electoral. Y la “contrarreforma” política no lo pueden protagonizar aquellos que, con su actitud ayudaron a que la cosa pública desprenda el hediondo olor que la rodea en todos sus niveles, en el presente, al quedar demostrado que: --el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente--.
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 En España, además sería positivo que las elecciones al Legislativo nacional, las candidaturas fuesen de circunscripción única, similar a las elecciones al Parlamento Europeo. De esta forma, todos los votos tendrían el mismo peso político. A diferencia de la actualidad, donde partidos secesionistas regionales tienen una enorme influencia en la política nacional, que en realidad, no les importa absolutamente nada.
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Transcurridos cinco siglos de la “Reforma Protestante” no habría que esperar a que un segundo Lutero clavase hoy las “Noventa y cinco tesis” de los errores políticos, en la puerta de la capilla de un Wittenberg, cualquiera. Y limitarse, como entonces, a: --excomulgar a los que siguen la política de los nuevos “luteranos”-- sería una demostración palpable del empeño de la clase política en el “sostenella y no enmendalla”  para proteger sus privilegios frente a las reivindicaciones sociales. Hoy, como entonces, ha quedado demostrado que –las Sagradas Escrituras, la Constitución, contienen la verdad; mientras que la clase política es la equivocada--.
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Porque como dijo, Francis Bacon: --“la historia es la ciencia de los hechos”. ¡Pues eso!
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…He dicho!
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*Es Presidente del Instituto Hispano Luso

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