lunes, 21 de junio de 2010

El mundo tras Saramago

Por Ángel Rico *
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Han sido varios los mensajes que me afeaban mi anterior columna en relación a Saramago, es por ello que me permitiré ampliar mi opinión.
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Ayer domingo (20/06/2010), fue el día en que se despidió a Saramago. En un emotivo funeral civil en la Cámara Municipal (Ayuntamiento) de Lisboa. Fueron numerosas las personas asistentes entre las que hay que destacar al Primer Ministro de Portugal, José Sócrates, la Vicepresidente primera del Gobierno de España, María Teresa Fernández de la Vega, a Cayo Lara, Coordinador General de Izquierda Unida, Jerónimo de Sousa, máximo líder del Partido Comunista Portugués (PCP), la candidata presidencial brasileña Dilma Rousseff, (PT), entre otros muchos notables.
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Cabe preguntarse ¿A qué Saramago se despedía? ¿Al escritor o al político? Resulta evidente que no pueden separarse las dos facetas de Saramago. Y a mi juicio, había más personas despidiendo al político comunista, que lectores despidiendo al escritor. Un dato que avala mi tesis, fueron las flores enviadas por, el también comunista, Fidel Castro.
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Hasta aquí todo normal. Pero existieron voces, opino que interesadas, que afeaban la no asistencia del Presidente de la República, Anibal Cavaco Silva, al mencionado funeral. Cavaco, manifestó que consideraba que el funeral era un acto para los amigos de Saramago y para su círculo de amigos. Señalando que –Cavaco—nunca estuvo entre los amigos de Saramago, "jamás tuvo el privilegio de conocerlo o de reunirse" con él, por ello al funeral en representación del Jefe del Estado, asistieron los Jefes de la Casa Civil y Militar, del Presidente de la República. Lo que muestra un ejemplo de exquisita actuación diplomática y política. Es decir, desde la Presidencia de la República Portuguesa, se estuvo a la altura de las circunstancias.
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Y ahora procede analizar las declaraciones y los gestos durante el acto del funeral. Que evidentemente tuvieron un marcado carácter político y ningún carácter literario. Empezando por el diario vaticano L´Osservatore Romano que definió al escritor portugués, como "populista extremista" de ideología antirreligiosa y anclado en el marxismo” como "un hombre y un intelectual de ninguna capacidad metafísica, (y que vivió) agarrado hasta el final a su pertinaz fe en el materialismo histórico, alias marxismo". Para añadir: "Colocándose lúcidamente de la parte de la cizaña en el evangélico campo de trigo, (Saramago) se declaraba insomne por las cruzadas, o por la inquisición, olvidando el recuerdo de los 'gulag', de las purgas, de los genocidios, de los 'samizdat' (panfletos de la Rusia soviética) culturales y religiosos".
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La opinión dolida del Vaticano, se ajusta bastante a la verdad. Por ello no hay que asombrarse de esta declaración sobre un Saramago que, en vida, opinó todo lo que quiso sobre Dios, la Iglesia y el Vaticano. En eso consiste la democracia. Que cada cual pueda opinar lo que quiera sobre cualquier materia. Incluso, sobre las opiniones y manifestaciones de los otros.
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Al llegar el féretro al cementerio Alto de Sao Joao (otra paradoja para Saramago) varias decenas de asistentes, puño en alto, le despidieron al grito de “la lucha continúa”. A lo que, políticamente, cabe preguntarse ¿a que lucha se referían?, ¿Luchar por conseguir la felicidad de los niños palestinos? , o ¿luchar por aportarles lo peor a los niños israelíes?, ¿luchar por conseguir la libertad de expresión, de movimiento y de creación de los ciudadanos cubanos? ó ¿luchar por mantenerles en la opresión y falta de libertad en la que viven cubanos y venezolanos?, ¿luchar por conseguir la igualdad de la mujer en todos los países del mundo? ó ¿luchar por mantener la opresión sobre las mujeres en la totalidad de los países musulmanes? De eso trata la política. De definirse en qué lugar se coloca cada cual.
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Saramago en vida se colocó, con todo su derecho, en un lugar claramente definido, con todo lo que ello supuso. Resultados que le acompañaron durante toda su vida y, también, en los actos post morten. Fue un comunista que, paradógicamente, para la Cámara de Lisboa, votó al candidato del Partido Socialista. Fue un comunista que coqueteó con el socialista, Mario Soares. Fue, en definitiva, un escritor que hizo política. Lo que está bien, pero no sería justo echar en falta en el funeral de un político comunista, a una persona como el Presidente de la República de Portugal, con quién en vida no se reunió una sola vez y, sobre quién cayó en numerosas ocasiones, las mayores críticas políticas. (Si lo hizo con Hugo Chavez y Fidel Castro) Como tampoco es justo echar en falta a los responsables del Instituto Camóes o del Instituto Cervantes, en un acto político.
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Las cenizas que irán a, “Lisboa um jardim onde se possa enterrar as cinzas e sobre elas colocar uma pedra com o nome do homem que ali está, para que as pessoas, que o queiram fazer, possam cumprir um terceiro desejo seu: o de lá irem pôr uma flor de vez em quando” serán las del escritor Saramago, no la del político comunista. Y en esa cuestión es posible que todos estemos de acuerdo. Porque lo justo es “dar a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar”
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He dicho..!
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*Es Presidente del Instituto Hispano Luso

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