domingo, 13 de junio de 2010

Turquía en la “Alianza de Civilizaciones”

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Por Ángel Rico *
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Solo hace falta haber leído un poco de Historia para saber que, por experiencia histórica, no es posible una “Alianza de Civilizaciones”. Toda civilización tiende a imponerse al resto para tratar de ser la predominante. El islamismo pretende de forma permanente imponerse a las demás. La democracia no puede convivir con las dictaduras. Y así en todos los supuestos.
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Los valores occidentales y la democracia, o se aceptan o se combaten, no cabe una postura intermedia. Y eso es lo que pretende hacer Turquía, estar con los países occidentales, pero apoyando políticas islámicas. Lo cual es claramente engañoso. Algo que no quiere ver Zapatero.
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El acuerdo nuclear firmado por Brasil, Turquía e Irán para aportar uranio enriquecido a los ayatollah, ha pasado sin grandes comentarios de los clanes pacifistas occidentales. Cuando en realidad ha supuesto que Turquía se coloque claramente en un lado del tablero que no es el democrático occidental.
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El Primer Ministro turco, Recep Tayyip Erdogan practica una premeditada política de engaño. Del brazo de Zapatero, pretende mostrarse al mundo como un líder democrático occidental. Y en la práctica fomenta la provocación a Israel, y el mantenimiento de las actitudes contra la mujer y la democracia, siguiendo las directrices más radicales del Islam.
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Por esa realidad estratégica, Turquía no debe formar parte de la Unión Europea, ellos tienen el tiempo, no tienen prisa porque saben que, más temprano que tarde, acabarán conquistando lo que buscan históricamente, que en Europa, su civilización, acabe imperando sobre la nuestra.
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El Tratado de Lausana de 1923 llevó al reconocimiento internacional de la soberanía de la recién formada "República de Turquía" como estado sucesor del Imperio Otomano, y la República fue proclamada oficialmente el 29 de octubre de 1923, en la nueva capital, Ankara. Socialmente la población turca, en contra de Kemal Ataturk, siempre se mantuvo en la realidad musulmana, en las costumbres y en la religión. Hasta la actualidad donde el Corán tiene más peso que el Tratado de Lisboa.
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Los tratados nunca cambiaron las mentalidades. Sobre todo en una población que siempre fue educada en unos principios donde la democracia, el libre albedrío y la capacidad de evolucionar, brillaron por su ausencia.
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La mujer nunca estará a la misma altura del hombre, por unas razones inaceptables para la mentalidad occidental, a saber: “por la inteligencia; por el precio de la sangre; por la herencia (una mujer recibe, como máximo, la mitad que el hombre); por la competencia para ejercer cargos públicos; por el valor del testimonio (el de una mujer es la mitad que el de un hombre); el hombre se casa con una mujer, no al revés; el marido puede repudiar a la mujer y no al contrario; los hombres tienen autoridad absoluta (musaitirun) sobre las mujeres”.
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Cuestiones que diferencia claramente a nuestra civilización occidental, de la turca. Lo que hace imposible una “alianza” de valores tan radicalmente distintos. Donde no hay igualdad, no es posible la “alianza”. Utilizar las tradiciones históricas para mantener esta inaceptable realidad medieval, corre el riesgo de que los historiadores acaben indicando que, en una perspectiva maximalista, la Tierra de Israel incluye, además de la propia Palestina, no sólo la totalidad del Sinaí, Jordania, Siria y Líbano, Chipre y, también, partes considerables de la actual Turquía (Teoría defendida por H. Bar-Droma, Wezeh Gvul Ha’aretz “Y ésta es la frontera de la tierra”, Jerusalén, 1958). Claro, que para ello, es necesario que las mujeres vayan a la escuela y sepan leer. Derecho que no tienen las mujeres en los países islámicos.
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En occidente tenemos que defender los principios que han permitido que nuestra civilización se mantenga con los logros que hemos conseguido a lo largo de la Historia, desde la Democracia a los Derechos del Hombre (y de la mujer)
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He dicho!
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* Es Presidente del Instituto Hispano Luso

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