lunes, 7 de junio de 2010

A su Majestad El Rey ( I )

Por Ángel Rico Escribano *
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Señor
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La Constitución que a Vos reafirmó como Jefe del Estado, a mi me facilitó la Libertad de Expresión. En uso de esa libertad y siempre, con el máximo respeto, me dirijo a Vuestra Majestad.
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A lo largo de los siglos hemos comprobado que si, en España, olvidamos la Historia estaremos obligados a repetirla. Nuestro pueblo siempre respondió igual, ante iguales encrucijadas.
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Los españoles nos encontramos, como en tantas otras veces, a la deriva por causa del desgobierno del momento. Son muchos los lugares donde el pueblo muestra su preocupación, coincidiendo con diferentes representantes del Estado en distintas regiones del territorio español. Y espera, el pueblo, que el sentido común, impere en los gobiernos. Y digo bien, Señor, gobiernos en plural. Bajo la actual Corona hay más gobiernos y más gasto, por tanto, que cuando en España no se ponía el sol.
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Como el Espíritu Santo no está por la labor de implicarse, tocará a Vos, Señor, haciendo uso del Artículo 56.1 de la Constitución, conjugar los verbos “moderar” y “arbitrar” la situación, llamar a capítulo al Primero de los Ministros, y al Jefe de la Oposición, a una reunión tripartirá, para hacerles ver que así no podemos seguir. Y que, solo, de forma conjunta se puede afrontar el reto de hacer posible los cambios urgentes que España necesita.
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No debe dejarse que la mediocridad del Gobierno siga perjudicando a España. Con leyes humillantes, aprobadas a toda costa, por políticos dóciles elegidos en todas las circunscripciones, que votan “Sí” por el mero hecho de seguir ocupando ese puesto y mantener la mediocridad del Gobierno.
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Cuando empieza el declive por no introducir las reformas necesarias, los resultados siempre fueron malos. Ocurrió con Olivares, con Prim y ahora, con Rodríguez.
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La desesperación en la ciudadanía, motivada por cinco millones de parados, inmersos en un mar de dificultades económicas agravadas por una crisis, que no se quiso ver, que se traducirá en la disminución de salarios, por una parte, y por la subida de impuestos indirectos, por otra. Junto con una sonrojante falta de sentido de Estado, en los dirigentes del régimen.
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Cuando el odio de los españoles sobrepasa al Gobierno, la mirada siempre se posó en lo que hay por encima. Y ¿qué hay por encima del actual Gobierno mediocre? En este momento, Vuestra Majestad.
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Así de exigente ha sido el pueblo español en el pasado y, con seguridad, lo será ahora.
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Entonces ¿Por qué actuáis, Señor, como si no vieseis lo que está ocurriendo? ¿Qué hace falta para que Su Majestad tome la iniciativa? ¿Quién, en España, Os está contando lo que está ocurriendo?
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Vos que hicisteis popular lo de “hablando se entiende la gente”, si creéis en ello, hablad al Gobierno y a los Presidentes autonómicos y con Vuestras palabras, como dijo antaño el Caballero del hábito de San Jacobo y Señor de la Villa de la Torre de Juan Abad, “alegrar la tristeza, confiar la desesperación, alentar el desmayo, enamorar el miedo, enriquecer la pobreza, desaprender la mentira, arrepentir los rebeldes y atemorizar a los enemigos”, para fijar el rumbo y la disciplina, de forma que todos pensemos en una España que esté por encima de cada cual.
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El pueblo empieza gritando: “chupones”, opinando después: “lástima que semejante edificio esté consagrado a tales entes” y termina con: “¡que buen vasallo! Si tuviera un buen Señor”.
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Desconozco Majestad, quiénes son los asesores de Vuestra Casa. Pero mal servicio hacen a la Corona, si le ocultan a Vos, Señor, la fiebre que está afectando cada día a nuestro pueblo.
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Sabéis, Señor, que al español más le constituye en serlo la lealtad a la Patria, de tal manera, que deja de ser español en dejando de ser leal. En ese sentido debe entenderse este escrito de otro español más, preocupado por la sucesión de acontecimientos que provocan en el pueblo una vergüenza colectiva.
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Que Dios os guarde.
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En Ciudad Real, a treinta y dos años y seis meses de la Octava Constitución de España
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* Natural y residente en España

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