sábado, 3 de marzo de 2012

Sindicatos, ¡No con mis impuestos!

*Por Ángel Rico
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Los clásicos nos enseñaron que: “Las cosas que se inician mal, acaban resultando mal” y para que lo tuviéramos claro nos dijeron: “De aquellos polvos vienen estos lodos” para que supiésemos que siempre los males que se padecen son consecuencia de errores, descuidos o desórdenes previos. Ejemplo que ocurrió con los constituyentes españoles de 1978, al redactar una Constitución que, hoy, se está viendo manifiestamente mejorable.
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No me estoy refiriendo al Título VIII, que habla de la “Organización Territorial del Estado” (del que hablaremos en otro momento) si no, en este caso, del poder que, sin pretenderlo, dieron los constituyentes del 1978 a los sindicatos, abusadores, caducos, desagradables, improductivos, inútiles, parásitos, que hoy conocemos. Movidos por el complejo de proceder –todos ellos—de la dictadura franquista redactaron la Constitución que se está volviendo ahora contra el propio Estado.
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Los vividores sindicales, que de tanto admitir falsedades gubernamentales e ir desviándose de las buenas costumbres, acabaron asumiendo que es en el vicio colectivo donde está el éxito de su gestión. Una gestión que presenta como resultado más de cinco millones de parados, y una melancolía incapaz de crear empleo.
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Esta clase, vergonzosamente, elitista se aferra al Artículo 7, de la Constitución Española que hace referencia a que: “--Los sindicatos de trabajadores y las asociaciones empresariales contribuyen a la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales que les son propios” para arrogarse facultades y atribuciones, que corresponden a todos y cada uno de los españoles. Y, cuando alguien, como yo por ejemplo, les afea la conducta viciosa, nos zahieren con el Artículo 7, y me veo obligado a reaccionar, esgrimiendo el Artículo 28, de la misma C.E. que en su párrafo final dice: “Nadie podrá ser obligado a afiliarse a un sindicato” por lo que si no estoy obligado a afiliarme, no tengo porque aceptar que, de mis impuestos, se financien los sindicatos (ni la patronal).
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Los gobiernos anteriores, fueron excesivamente permisivos con esta selecta clase social y el gobierno actual, no tiene la audacia suficiente para releer lo que dice la Constitución y eliminar totalmente las ayudas a los sindicatos (y a la patronal) devolviendo a los trabajadores la capacidad de decidir, mediante el pago de las cuotas sociales, quiénes quieren que les representen y hablen en su nombre.
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Si usted, respetado lector, me permite el símil de un, hipotético, grupo nacional de médicos que, como resultado de sus praxis médicas, tuvieran como resultado que los pacientes enfermos fuesen aumentando. Y el empecinamiento de mantener esa praxis hubiera tenido el resultado de casi seis millones de pacientes. El sentido común habría indicado la conveniencia de revisar las actuaciones médicas utilizadas porque, tal vez, la culpa de tantos enfermos no será de los propios enfermos.
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En relación a los sindicatos (y la patronal) la realidad supera a la ficción. En España los sindicatos le echan la culpa del paro a los propios parados y nunca a la deficiencia de sus propuestas, que fueron diseñadas al principio de la Revolución Industrial, en el Siglo XVIII, y que no han sido capaces de adaptarlas a la realidad.
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No ha nada que justifique que los contribuyentes sigamos pagando las desviaciones y vicios de tal movimiento parasitario, que debe ser, en su caso, financiada por las cuotas de sus asociados.
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Si la C.E. habla de los sindicatos, también habla en el Artículo 47 de que: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada” y a nosotros, el Pueblo, no se nos ha ocurrido, seriamente, solicitar una vivienda para cada cual pagada por los contribuyentes, porque hay cosas que, salvo los buenos deseos, no pueden ser.
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Es necesario acabar con los favores de los sindicatos y la patronal, quitándoles a ambos las atribuciones delegadas, porque para ello está el Gobierno. Desde aquí le pido al gobierno ¡Que Gobierne! Sin complejos y sin el deseo, imposible, de ser aceptado por quienes tienen escrito en sus genes, no admitir a este Gobierno.
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Porque cuando escuchamos la potente y engolada voz, del sindicalista Martínez, que además de su salario, cobra 181.000 euros por representar a la UGT en un banco, nos viene a la mente la frase de Woody Allen: “Cuando escucho la música de Wagner me entran ganas de invadir Polonia” y que en este caso podría ser: “—Cuando escucho a Martínez 181.000, me entran ganas de buscar tiendas donde vendan lanzallamas”
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…He dicho!
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*Es Presidente del GEA

1 comentario:

  1. AMÉN. Pienso exactamente lo mismo.
    Ciertamente yo soy inexperto en estos temas, tengo 18 años y no hará mucho que tengo cierto interés en estos temas, así que al ser primerizo tengo muchas dudas. Por ejemplo, de forma directa o indirecta todos los españoles pagan con sus impuestos a los sindicatos y patronales ¿no? ¿Eso se ve reflejado en la declaración de la renta? Me interesaría conocer mejor como se financian las sanguijuelas sindicales y patronales.

    Los afiliados a un sindicato son los que deberían mantener económicamente al propio sindicato.

    Interesante publicación. Gracias.

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