viernes, 18 de junio de 2010

SARAMAGO

Por Ángel Rico *
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Empezaré diciendo que leí por primera vez a José (de Souda) Saramago, mucho antes de empezar a enamorarme de Portugal. ¡Cosas que pasan!. Descubrí una forma distinta de relatar las historias. Sin pausas, sin signos de puntuación, casi como las historias que contaba mi abuelo.
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Aquella forma particular de relatar era atrayente al principio. Pero esa atracción, en mi caso, no se mantuvo en el tiempo. Por una cierta sensación de ahogo en la lectura. Leyendo a Saramago llegaba un momento en que me faltaba el aire fresco. Claro, yo nunca dije que fuese perfecto.
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De la lectura de: “Memorial del Convento”, “El año de la muerte de Ricardo Reis”, “Ensayo sobre la ceguera”, “Todos los hombres”, “La caverna”, “La balsa de piedra”, etc., era imposible no identificar las características particulares del autor y, finalmente “El Evangelio según Jesucristo”, obra que provocó una llamada de atención para la generalidad de lectores, tras el injustificado enojo del Vaticano, por una parte y, el innecesario veto de la obra en Portugal, por otra. Ambas reacciones sirvieron de instrumento impagable para llamar la atención en los lectores perdidos, sobre este particular escritor, que sin duda no habría conseguido, Saramago, sin estos ejemplos de propaganda comercial favorable.
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El veto de "El Evangelio según Jesucristo", supuso un enfrentamiento con el gobierno del, entonces, Primer Ministro portugués, Durão Barroso, y el posterior autoexilio a Lanzarote. A partir de ahí, uno de sus objetivos vitales fue estar siempre, en todos los casos, frente al actual Presidente de la República de Portugal, Anibal Cabaço Silva.
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En aquellos momentos empezó –a mi juicio-- la vida política internacional de un personaje que se escudó en el Premio Nobel, que con todo merecimiento recibió en 1998, iniciando un movimiento político particular que podría denominarse “Saramaguismo” y que consistía en colocarse, siempre, en el pesimismo y contra el sistema. Para ello utilizó, con notable éxito, una sucesión de frases publicitarias, como: "Yo no escribo para agradar ni tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar" (2009), "No he tenido que renunciar al comunismo para llegar al Nobel". "Antes nos gustaba decir que la derecha era estúpida, pero hoy día no conozco nada más estúpido que la izquierda" (2007). George Bush, Tony Blair y José María Aznar son ejemplos de "mentiras universales" (2005). La democracia se ha convertido "en un instrumento de dominio del poder económico y no tiene ninguna capacidad de controlar los abusos de este poder" (2004); "Ser comunista, socialista, o tener cualquier otra ideología es una cuestión hormonal" (1999), etc.
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En esos momentos de la historia vital de Saramago, yo me iba acercando a Portugal, mientras que Don José se alejaba de la realidad del mundo y se rodeaba de unos particulares “intelectuales” que centraban los principios de su movimiento, en la sucesión de frases del escritor. Y ahí llegó el momento donde me ví obligado a colocarme frente a sus objetivos políticos.
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Cuando me preguntaban los colegas españoles sobre los posicionamientos políticos de Saramago, tuve que decir en más de una ocasión que: “una estupidez siempre sería una estupidez”, aunque fuese dicha por un Premio Nobel. En Portugal había más sentido común que el defendido por Don José.
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Su miopía política, --ya se sabe que no hay peor ciego que quién no quiere ver--, le hizo acercarse a personajes como Fidel Castro (Cuba), Yasser Arafat (Palestina), el Subcomandante Marcos (México), o los combatientes de la FARC (Colombia). Considerando, Saramago, que los ciudadanos que vivían bajo estos regímenes debían vivir así, en vez de poder gozar de las posibilidades de democracia, de libertad de movimientos, de libre albedrío y libertad de expresión que tienen, por ejemplo, los lanzaroteños o los ribatejanos.
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Y eso es lo que quiero dejar de manifiesto en esta ocasión. La genialidad de un escritor que, de tanto escuchar su propia voz, acabó contagiándose del pesimismo de sus palabras y defendiendo causas que, en pura lógica, debían estar frontalmente opuestas a los objetivos vitales que en sus obras pretendía defender.
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Su muerte ha sido una pérdida para la Cultura Universal, y un sosiego para aquellos ciudadanos residentes en lugares carentes de libertad, que podrán optar a conseguir la libertad que dispuso Saramago.
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Descanse en paz Don José (de Souda) Saramago.
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He dicho!
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Lisboa, 18-junio-2010
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* Es Presidente del Instituto Hispano Luso

1 comentario:

  1. Completamente de acuerdo. No puedo anhadir mas ya que has descrito perfectamente lo que pienso a pesar que solo lei "El evangelio segun Jesucristo", que por cierto me parecio muy cansino y lleno de topicos faciles.

    Un saludo

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