*Por Ángel Rico
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Anoche,
en el sopor de una programación televisiva, añeja y de tercera mano, estuve
zapeando hasta llegar a un canal de televisión donde estaban debatiendo sobre
la leyenda urbana del “Pacto de París”: --reunión ad
hoc, entre Rajoy, Juan Luís Cebríán y Felipe González; aprovechando el acto
organizado por el Instituto Berggruen;
y en el que, presuntamente, se acordó que desde las estructuras del Estado se impediría juzgar los casos de
corrupción de los diferentes partidos políticos--. Hoy por ti, mañana por mí,
así debió concluir acuerdo, incluso alguien pensaría: -- Presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad--.
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Entre
los tertulianos del programa de televisión, había abogados, periodistas y una
política del actual partido mayoritario; unos relataban la coincidencia de que
políticos como --Blanco, Matas y Barcina--, hubiesen sido, en los
últimos días, –eximidos— por el Tribunal
Supremo de sus culpas; previendo los tertulianos que: --tras el almuerzo
mantenido en Sevilla, el jueves 23
de mayo, en el Palacio de San Telmo,
entre el Presidente Griñán, el Presidente del Consejo General del Poder
Judicial y del Tribunal Supremo, Gonzalo Moliner, entre otros— ocurrirá lo mismo en el caso de los EREs de Andalucía
y Griñán. El Tribunal Supremo, le eximiría de responsabilidad en el mayor robo
organizado por el gobierno de los últimos tiempos. La diputada que participaba
en la tertulia, repetía: --“me niego a creer que eso esté ocurriendo”, “me niego
a creerlo”--.
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A
mi juicio, lo procedente es que la diputada del partido mayoritario, hubiese
esgrimido lo que la Constitución
–teóricamente— garantiza respecto a los principios esenciales necesarios para
el correcto funcionamiento del Poder
Judicial, a saber: --imparcialidad, independencia, inamovilidad,
responsabilidad y legalidad—Y que, ella, como política en activo debería dar fe
de que esos principios se cumplen en España
en la actualidad. Porque desde su propia responsabilidad constitucional, al ser
miembro de las Cortes Generales y,
de acuerdo con el artículo 66 de la Constitución ,
representa al Pueblo español y no está ligada por mandato imperativo. En lugar de
hacer una defensa de lo que “debiera ser”, esta política repetía y repetía,
como argumento político, “me niego a creer”, “me niego a creerlo”.
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Lo
ocurrido en este caso, es el reflejo de lo que está acaeciendo en España, cuando la realidad se le
muestra a la “casta” política, si esta –la realidad—no le gusta a los
políticos, se niegan a creerla, no la admiten, pasan página y a otra cosa.
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Negarse
a creer, por ejemplo, en la Ley de la gravedad de Newton, no significa
que situados bajo un balcón, y al desprenderse una maceta, esta -la maceta-, no
caiga sobre la cabeza del incrédulo. O, no creer en el Principio de Arquímedes, no supondrá que, al sumergirse, el
incrédulo, en un fluido, no recibirá un empuje hacia arriba igual al peso del
fluido desalojado. Lo mismo ocurre en política: --que los políticos se nieguen
a creer en un hecho, no significa que ese hecho no esté ocurriendo--, por
muchas veces que repitan “me niego a creerlo, me niego a creerlo”.
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En
la política actual, como en la película Casablanca,
se repiten con frecuencia, entre los protagonistas del momento, la frase del prefecto de policía, Capitán Louis Renault, a Rick: --Es usted la única
persona en Casablanca que tiene
menos escrúpulos que yo--. Porque se crea o no se crea, lo que está
ocurriendo, ¡está ocurriendo! aunque los políticos se empeñen en “no querer
creerse lo que ven” y si no creen lo que está ocurriendo ¿cómo van a poner
remedio?
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Los
clásicos nos enseñaron que: --el silencio es el mayor cómplice de la
corrupción, quien la oculta, al final de cuentas, se termina convirtiendo en
cómplice— y eso está ocurriendo hoy con
políticos, periodistas, empresarios y jueces, que –sabiendo la verdad, la
ocultan--. Existiendo lo que dijo Víctor
Hugo: --Entre un gobierno que lo hace
mal y un pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa--.
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Y
en esta realidad, manifiestamente
mejorable, es en la que la sociedad se mueve cada día, dedicando una gran parte
de su tiempo a no ensuciarse con la porquería colindante, lo que me hace
recordar aquella frase de Reagan: ---“La política es la segunda profesión más
antigua de la historia. A veces creo que se parece mucho a la primera”—
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Los
datos generales, inducen a pensar que: --hay una estructura política
establecida, para mantener adormecida a la sociedad, respecto a lo económico, a
los principios, al concepto de Estado,
de Nación, de Verdad, de Ley y de Justicia--, gobierne quien gobierne.
¡Hoy por ti, mañana por mí!
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Por
eso yo sugiero a los políticos y a los ciudadanos, que son momentos de recordar
a Séneca: --“Soy amigo del César, pero
soy más amigo de la verdad”--.
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…He dicho!
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*Es Presidente del Instituto Hispano
Luso
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